viernes, 24 de abril de 2009

Capitulo 8

En el campamento los guerreros dormían. Tenían que recuperar fuerzas para el día que se avecinaba. Los vigías oteaban en la noche, aguardando a un enemigo que no iría. Los ojos miraban alertas. De golpe una gran oscuridad nubló el cielo. Luego, un rugido conocido les puso en alerta. Lo que temían que ocurriera, ahora comenzaba. La invasión de Dragones Dorados daba inicio.

Las centellas que anunciaban a las bestias legendarias comenzaron a verse. Los cuerpos incandescentes atravesaron el cielo. Los hielos y las nieves de ese desierto blanco se iluminaban con el fulgor. Dándole al paisaje habitual, un raro efecto. Era como si el lugar se volviera fuego.

A los pocos minutos, les vieron pasar en forma majestuosa. Las moles doradas cruzaron el cielo generando ráfagas con sus alas. A esos guerreros el corazón se les encogió. Se sentían tan pequeños en comparación Las leyendas tejidas alrededor de esas bestias eran muchas. Nadie sabía de donde provenían, ni que les movía a llegar ahí. Pero, cada cierto tiempo esas bestias arribaban.

Muchos guerreros y cazadores se reunían para esa época. Todos esperaban con ansias el momento. Había rumores que contaban de que esos monstruos tenían tesoros en sus entrañas. Esta avaricia movía a muchos a intentar matar a esas bestias. Pero, no todo es tan fácil… esas moles no eran enemigos fáciles de vencer.

Algunos guerreros se levantaron alarmados. Esos rugidos parecían como explosiones, tal vez pensaron que les atacaban. No era así, solo eran esas bestias rugiendo. Al ver esas figuras doradas, muchos se vistieron. Si, la ambición podía más y ellos no eran excepción. Si no podían tomar el castillo, al menos tendrían una ganancia.

Ulrik miraba desde la tienda como esas bestias se movían. El joven estaba sin palabras, eran criaturas impresionantes. Unas manos delicadas le abrazaron un momento. Unos labios le besaron el cuello. Los ojos azules como el hielo le miraron y la elfo preguntó:

- ¿Quieres ir a por ellos?

- No creo que pueda, no soy guerrero- Dijo Ulrik sonrojándose.

- ¿Quién lo dice?- Preguntó Necrófaga.

- Yo y todos aquí lo piensan también- Respondió el escudero.

- No seas tonto. Nadie nació siendo guerrero. Todos tuvimos que aprender y padecer- Le retó la elfo.

- No lo creo, son tan geniales luchando. Yo les miro y me parecen inalcanzables- Le confesó el joven.

- Bien, espera que me vista. Hoy iras a pelear, serás guerrero por un rato- Dijo la efo dándole la espalda.

- Pe… pero, no se si podré- Repuso el muchacho, indeciso.

- Tranquilo, estaré contigo. No tienes que temer- Le dijo ella mientras se ponía una camisola.

- Bien, voy a tomar esta capa. No quiero que me reconozcan- Dijo el muchacho un poco más resuelto.

- Me parece bien, Ulrik- Dijo la mujer con la falda ya ceñida.

El chico se envolvió en la capa. Estaba recuperado, esas auras de curación eran poco menos que milagrosas. La elfo ciñó con rapidez su armadura. Embrazó su arco y ató el carcaj a su espalda. Necrófaga sonrió satisfecha, sería un buen ejercicio para ese novato.

Ulrik le devolvió la sonrisa y empuñó su daga. La mujer al ver ese arma rió con ganas. Su risa melodiosa se propagó por todo el lugar. El muchacho le cayó tapándole la boca. La lengua de ella lamió su mano. A lo que el chico le soltó instantáneamente. Ella le sonrió, pero esta vez con malicia. Luego, haciéndole una seña. Ambos salieron de la tienda, hacia la aventura.

Avanzaron rápido entre las tiendas, se escabulleron por la empalizada. Era complicado pasar el foso, pero no imposible. Unos minutos mas tarde, y por fin posaron sus pies en la meseta. La nieve endurecida y la ventisca fueron las primeras en saludarles. Desde ahí, levantaron la vista. Las moles parecían estar cerca, animados comenzaron a correr hacia ellas.

Nada más lejos de la realidad, solo parecía. Por el tamaño daban esa impresión, pero estaban bastante lejos. Aminoraron la marcha y encararon hacia un grupo de árboles. En el camino se encontraron con otros guerreros. Estos también tenían intenciones de cazar a los Dragones.

Siguieron avanzando, estaban ansiosos de poder enfrentar a esas bestias. Los otros cazadores les recibieron contentos. Al menos serian más a la hora de luchar. Eso les daba confianza. Mientras corrían por ese bosque helado, uno de los cazadores les habló:

- ¿También vienen a por el rey dragón?

- ¿El rey dragón?- Preguntó Ulrik

- Si, el mas grande y viejo de todos ellos- Le respondió el líder de la partida.

Un rugido muchísimo mas fuerte que todos los anteriores resonó en Davias. El Rey Dragón estaba allí. Pero no estaba solo, junto a él… muchos más le acompañaban en su peregrinaje. Los cazadores sonrieron por dentro. Ese rugido era el que estaban esperando. Si vencían a ese Dragón, podrían hacerse con el gran botín.

- SOMOS PREDADORES. ATAQUEN O MUERAN- Gritó un guerrero mientras aceleraba el paso.

- ESOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO- Dijeron los que le siguieron.

- ¿Ves Ulrik? Esa es la actitud de un guerrero. Le dijo Necrófaga.

- Entiendo, entonces sigámosles- Dijo el chico.

- A POR ELLOS- Gritó la elfo.

Ellos también aceleraron el paso, saliendo del bosque. Ya en campo abierto, pudieron ver algo que les dejó helados. Allí había al menos diez dragones dorados. Las bestias eran colosales. Los ojos ambarinos se posaron en los puntos que venían hacia ellos. Las bocas se abrieron. Los cazadores recibieron la señal del líder. Era momento de dividirse, no podían darle oportunidad de acabarles.

Las flamas salieron hacia ellos, los acosadores. De pronto, el lugar se volvió un infierno de llamas. El calor abrasante derretía las nieves de ese lugar. El grupo continuaba avanzando hacia sus blancos. Varios elfos tensaron sus arcos y dejaron salir sus saetas como rayos mortales. Sin embargo, estas solo rasguñaron la dura piel del enemigo.

Varios Maestros de Almas y Gladiadores atacaron con magia. Lograron herir a sus oponentes, esto solo sirvió para enfurecerles más. Esas criaturas comenzaron a avanzar hacia ellos. De nuevo las bocas se abrieron y las centellas salieron. Los cazadores evitaron el ataque lo mejor que pudieron. Pero, las colas si llegaron a alcanzarles. Muchos fueron lanzados lejos por el golpe.

Los afectados quedaron tirados en la nieve. Al levantarse, sus corazones casi se paran en seco: los dragones estaban bien cerca de ellos. No podían explicarse como lo habían hecho… pero ahí estaban. Las fauces atacaron, buscándoles. Los más sanos lograron escabullirse. Otros no tuvieron esa suerte, las mandíbulas poderosas les oprimieron. Los gritos desgarradores surcaron el viento. La sangre carmesí se regó sobre la tierra de Davias.

Pero, el sacrificio de algunos se volvía la ventaja de otros. Muchos se habían encaramado sobre las fieras. Gladiadores y Caballeros atacaban con todo el poder de sus armas. Ulrik corría seguido de cerca por Necrófaga. Estaban sobre la espalda de una de esas bestias. El muchacho había oído sobre como aminorar la fuerza de esas cosas. Al hallar la cruz formada por los hombros y la columna.

La daga se hundió de golpe en el Dragón. Ayudado con las auras de ataque de la elfo. Pudo hacer la incisión con rapidez. Pudieron saltar a tierra antes que esa sangre caliente les manchara. La bestia gimió de dolor y largó sus llamas. Las auras de defensa cubrieron rápido al muchacho. Que asombrado veía como la elfo tomaba una saeta y disparaba una flecha de hielo.

El hielo paralizó por unos momentos a la bestia más cercana. Dándoles la oportunidad perfecta. Varios se movieron en pos de la fiera. Sin embargo, los otros dragones seguían dando batalla. Uno de estos levantó su cabeza al cielo y luego de rugir. Multitud de rayos comenzaron a caer.

Los cazadores maldijeron a ese dragón. Ese tipo de ataque no se lo esperaban, les arruinó la oportunidad. Necrófaga estaba junto al muchacho cubriéndole con sus auras. De otro modo, el chico habría perecido. Apenas y tenía un nivel aceptable de combate, o sea… podría llegar a ser Caballero. No era poca cosa, pero ante el reto de esa cacería quedaba minimizado.

La elfo pensaba a mil, estaban en aprietos. Las bestias eran muy poderosas, sin embargo… habían conseguido debilitar a dos. Eso era algo rescatable. Sacudió la cabeza, eso solo piensan los que mueren. Tomó dos flechas y tensó el arco. Tenía que hacer algo al respecto. Cerró un ojo para fijar mejor su blanco. Tenía que ser exacta, un solo centímetro y fallaría. Dejó las dos saetas ir, junto a sus esperanzas. Si lograba detenerles lo suficiente, alguno podría matar una bestia. El hielo cubrió la cabeza del dragón más cercano.

Este cayó al suelo y un grupo se abalanzo sobre el monstruo indefenso. Un cuerno sonó en la meseta. Los cazadores rieron aliviados, eran los otros seis grupos que venían en su auxilio. La noticia se había corrido muy rápido y varios guerreros se habían unido a último momento. Los dragones atacaron de nuevo con sus llamas. Pero era tarde, uno de ellos ya había perecido.

El mayor gritó alzando su cabeza al cielo. Entonces lo que vieron si les heló la sangre… esa bestia no atacaba. Sin embargo, podían sentir que algo no iba bien. En efecto, en pocos segundos pudieron ver como se formaba esa esfera dorada. Los más veteranos alcanzaron a gritar:

- CORRAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAN.

- ¿Qué ocurre?- Preguntaron todos.

- NO HAY TIEMPO, CORRAN- Gritaron los veteranos.

- ¿Hacia donde?- Preguntaban los demás.

- A LAS GRIETAS… YAAAAA- Esa fue la última orden.

Un puñado logró llegar hasta el lugar. La cabeza del Rey Dragón bajó y entonces la explosión real se desató. Fue como si un río de fuego y magma saliera de su boca. Ulrik cerró los ojos ante el ataque, ese era el fin. Sin embargo, ella… siempre ella. Su amante le protegía con sus auras. El muchacho le abrazo y giró para quedar él cuidándole. Su armadura gruesa tenía más chances de soportar.

Varios minutos después, el ataque cesó. Tierra, piedras y nieve habían desaparecido con ese poder. Sin embargo, allí parado protegiendo a su amante. Ulrik sonreía débilmente, logró su cometido… Necrófaga estaba a salvo. La elfo sentada en el suelo miraba con los ojos llenos de lágrimas al muchacho. El escudero cayó, quedando arrodillado ante ella. Quiso hablarle, pero ella le tapó los labios con su mano. Y se levantó, mientras tensaba las cuerdas de su arco. No le importaba lo que le sucediera a su cuerpo de ahora en más. Si tenía que morir, que fuera al lado de su amor.

Los demás cazadores salieron de sus escondites. Al ver la escena menearon la cabeza, esos dos se convertirían en sacrificio. Una de las elfos que estaban con ellos se paró y también tensó las cuerdas de su arco. Debía ayudarles a huir de allí, pero poco podría hacer. Otras dos se levantaron y emularon a la primera.

Los dragones comenzaron a acercarse. La chica no temblaba, solo seguía concentrando la energía en ese único disparo. Pero, todo se trocó en solo un instante. Un mago apareció vistiendo una armadura del Lado Oscuro. Su escudo de mana envolvió a la pareja. Luego, desaparecieron del lugar. Las elfos volvieron a depositar las flechas en sus carcaj. Habían sido salvados, eso quería decir que alguien más aguardaba por ellos. De seguro, esos dos pertenecían a los bandos que luchaban en el Castillo.

Las bestias al no ver a nadie más, comenzaron a batir sus alas. Ya podían continuar su peregrinaje por las tierras del mundo. Mientras se elevaban, varias esferas de fuego se formaron alrededor. Los cazadores vieron con impotencia como sus presas se iban. El mas veterano sonrió por lo bajo. Si hubieran seguido luchando, perecían todos. Algunos se molestaron, no habían podido obtener los tesoros. El líder de la partida se sonrió, en su morral tenia guardada la caja que sacó de las entrañas del dragón vencido. Cuando la abriera. Podría obtener el tesoro que había allí encerrado.

Los hombres se levantaron y comenzaron a volver a sus hogares. Ya nada obtendrían, algunos miraron hacia el castillo. Debían de estar luchando esos hombres. Cuatro clanes que deseaban torcer sus destinos. Deseaban algo tan impracticable como tomar la fortaleza. En varios eones, muchos lo habían intentado, pero nadie lo logró. ¿Estos serian los primeros? Como saberlo…

jueves, 16 de abril de 2009

Capitulo 7

Mientras ellos se ocupaban allí. En el castillo una reunión se llevaba a cabo. Mekai sentado junto a los suyos debatía. Ya llevaban seis meses acantonados ahí, pronto se acabarían los víveres. Debían prever alguna forma de proveerse alimentos. Unos días mas y se terminarían las raciones. Y en esos casos… primero seguro acabarían comiéndose las monturas. Luego, seguramente a los que murieran ese día. Era doloroso decirlo, pero así sería.

Los guerreros más curtidos apenas y arquearon una ceja al oír a su Maestro. A ellos les importaba muy poco lo que pudiera pasarles. Solo vivían para luchar por su líder. Lo que les preocupaba era no poder vencer por algo tan nimio. Otros no tan experimentados miraban con horror al guerrero Mekai. No podían concebir que hablara con tanta liviandad de cosas tan horrendas. Ellos no conocían las dificultades que habían arrostrado antes esos tipos.

- Caballeros, he decidido que un puñado de los mejores saldrá por la retaguardia. Irá hasta la ciudad a buscar provisiones y volverá con ellas. ¿Quién va?- Preguntó el líder.

- Yo- Dijo Gazz.

- Yo me apunto- Dijo Arthus parándose.

- Yo iré- Dijo Darien levantando la mano.

Los hombres se fueron parando uno tras otro, deseosos de peligro y adrenalina. Eran capaces de seguir las órdenes de su líder hasta el mismo infierno. En eso una figura se levantó y se hincó ante el Maestro. Los guerreros reconocieron la capa entintan de sangre. Bajo la misma, podía verse una hoz enorme. Si había un guerrero capaz de cumplir esa misión por si solo… era Helscreem.

- Déjeme ir a mí. Prometo cumplir con el reto yo solo- Dijo el hombre.

- Él solo no podrá. Déjeme acompañarlo- Dijo un guerrero joven.

- ¿Crees que podrás soportar mi ritmo, mocoso?- Inquirió el Caballero.

- Claro que puedo- Respondió el muchacho orgulloso.

- Déjalo ir solo muchacho. Hels es mucho para ti- Intervino Mekai.

- Que mierda puede hacer este tipo- Comentó el muchacho algo irritado.

- Oh Diox. Ahí vamos- Dijo Mekai meneando la cabeza.

El hombre se paró y se quitó la capa, jamás iba a tolerar semejante insulto. Una armadura del Fénix Llameante apareció poderosa. En ella había cientos, tal vez miles de melladuras. Los ojos de ese sujeto despedían llamaradas. Su mano poderosa tomó el mango de la hoz.

El otro guerrero se puso en guardia. Pero para ese entonces, su rival volvía a tomar la capa. Mekai meneó la cabeza y le dejó ir solo en esa misión. Luego ordenó a las elfos que curaran al Caballero. Este todavía atónito no entendía lo que ocurría. Los dedos del hombre que se iba crearon un chasquido.

En ese instante varias heridas se abrieron en el cuerpo del joven que caía. Ni siquiera pudo ver los ataques de ese sujeto. ¿Qué tipo de hombres componían la guardia de ese castillo? Eso se preguntaba el novato antes de palidecer por la perdida de sangre. Y para empezar ¿Quien era ese Helscreem?

El aludido salió del castillo por un pasadizo oculto. Mientras se arrastraba por el fango de la vía de escape, sonreía. Al fin podía salir fuera, tal vez matara a un par de tipos que le debían dinero. Al llegar a un punto dado levantó la roca que tapaba la entrada y salió con cuidado. Volvió a ponerse la capa y ya envuelto comenzó a caminar en dirección a la ciudad helada.

Se detuvo en una cueva y se quitó la armadura. Necesitaba ser lo mas discreto posible para esa misión. Con ropas de viajero y con la hoz como única arma se quedaría. La armadura la enterró cerca de un árbol que marcó. Luego, reanudó la jornada en busca de alimentos. El enviado caminaba por la nieve con celeridad, sin embargo el trecho era largo. Evitó pelear con las criaturas hostiles que plagaban la zona. No deseaba mostrar como peleaba.

Un viento helado comenzó a arreciar repentinamente. Así que, el hombre se aferró más a la capa. El avance se hacia dificultoso ahora, la región le mostraba sus garras. Pero él era implacable, una débil brisa no iba a detenerle. Continúo su peregrinaje y cuando ya pudo divisar la ciudad nevada, un grito llamó su atención.

Ahí tirada sobre la nieve, una doncella lloraba y gritaba de miedo. Una bestia de hielo la tenía a su merced. Esa aparición ya había aprisionado a sus guardias. Estos estaban suspendidos en el hielo. Sus rostros estupefactos les acompañarían por el resto de su existencia allí. El Caballero hizo una mueca, que mas daba si esa mujer moría o vivía. Era solo una vida mas entre la multitud que se pierden cada día. No debía interesarse, tenía una misión más importante. Muchas vidas dependían de su éxito.

Sin embargo, la mujer le vio y le imploró ayuda… maldición pensó el guerrero. Ahora no podía rehuirle a su deber como Caballero. Mentalmente maldecía a esa muchacha y a él mismo por no ser más precavido. Las púas de la criatura se levantaron para dar el golpe. El guerrero se movió rápido y con un solo corte de su hoz destrozó al enemigo. Y ya sin nada más que hacer procedió a seguir su camino.

Una mano se aferró a su capa, deteniéndole. Volvió a maldecir su estrella y miró hacia abajo. Allí estaba esa chica mirándole agradecida, pero aún con miedo. Pudo percibir que el frío la estaba matando de a poco. Si no la llevaba hasta la ciudad, moriría. Tenía que ser rápido. El asesino suspiró un instante y luego mientras sacaba su cantimplora con alcohol le daba un sorbo a la mujer. Se quitó la capa y envolvió a la mujer, luego levantándola siguió caminando.

Tardó dos horas más de lo esperado, esa doncella le retrasó. Al entrar en la ciudad, se dirigió directamente a la taberna más cercana. Al entrar allí, vio que había muchos parroquianos. Eso le incomodó un poco, pero igual llamó a la mesera. Una mujer de cabellos oscuros respondió a su llamado. El recién llegado le entregó una bolsa con monedas de oro y le encomendó el cuidado de esa mujer. Luego, sin mediar palabra se retiró.

Tenía cosas más importantes que hacer. Saliendo de la taberna se dirigió a la iglesia, había alguien que le debía un par de favores allí. Golpeó las puertas y entró al recinto, el fraile vino a su encuentro. Este era un hombre calvo y de buen aspecto. Al verlo sonrió y le dijo:

- Tiempo sin verte, camarada.

- En efecto, amigo. Necesito de tu ayuda con urgencia- Dijo Helscreem.

- ¿En que puedo ayudarte?- Preguntó el religioso.

- Necesito víveres, muchos. Son para la guardia del Castillo- Respondió el viajero.

- Ah, sigues embarcado en esas misiones de muerte. Pero bien, dame unas horas y te conseguiré todo lo necesario- Le dijo el hombre guiñándole un ojo.

- Bien, espero acá- Dijo el asesino.

El viajero se paseó por el modesto templo. Recorría con mesura y observaba las filas de bancos. Le asombró toda esa construcción hecha con medios arcos. Al llegar hasta el pulpito encontró que había un libro abierto. Movido por la curiosidad, paso algunas hojas. No lograba entender ese idioma, no era elfico ni rúnico. Seguro se trataba de un dialecto olvidado.

Se sonrió, sabiéndose ignorante en cuanto a esas cosas. Siempre le parecieron una sarta de estupideces. Solo un negocio con el que se beneficiaban algunos. Y todo a costa de la buena fe de la gente. Por eso prefirió algo más sencillo como el camino de la espada. No necesitaba saber mucho. Solo como blandir su arma y moverse en lugares inhóspitos. Le era mucho más fácil. Solo confiaba en si mismo y su arma, no precisaba mas.

Las horas pasaron sin darse cuenta. El fraile apareció luego de un rato sonriente. La noticia no podía ser más alentadora. Había recolectado provisiones para varios meses. Esto alegró al parco guerrero que rió contento. Le agradeció al religioso entregándole una bolsa de oro que llevaba en su petate. Luego, tomando las provisiones comenzó el viaje de regreso.

Cargado con las provisiones compró un par de unirias para llevar la mercancía. Le tomó algo de tiempo atar y acomodar todo. Y ya por fin pudo salir de la ciudad. Avanzaba con trabajo por la nieve. Mientras llevaba de las riendas a las monturas. El sol iba ocultándose, eso era genial. Aunque la temperatura bajaría mucho, iría oculto de cualquier enemigo.

Mientras avanzaba tomaba un poco de alcohol cada tanto. Tenía que mantenerse caliente. Echaba de menos su abrigada capa, recordó el uso que le dio. No se arrepintió por ello. A las pocas horas pudo distinguir la cueva en que se había disfrazado. Esto le alivio, podría descansar un poco allí.

Al entrar en la cueva se cercioró que no hubiera nadie. Entonces entró las monturas repletas de víveres. A los pocos minutos los ojos se le cerraron, estaba agotado. Le había enviado un mensaje a Mekai comentándole sus progresos. Pero, no obtuvo respuesta al menos de momento. Un sonido le hizo despertar de golpe, la hoz se movió como una centella. La hoja del devorador detuvo el ataque. Mekai le sonrió con orgullo, la misión estaba casi completada. Ahora solo tenían que llevar todo eso por el pasadizo.

Helscreem se paro y mató a los unirias. Ya no le servían mas, habían cumplido su función. Luego, entre Mekai y él fueron acareando las cosas. Los guerreros del castillo no podían creerlo. Ese hombre lo había logrado en solo un día. Una vez que terminaron de entrar los víveres. El asesino salió fuera a buscar su armadura.

Al tomarla, volvía a ser el Helscreem que todos conocían. Bajo esa coraza los sentimientos y recuerdos desaparecían. El hombre se convertía en una maquina de matar. Para eso servía a su Maestro y por ello había obtenido su posición dentro del clan. Antes de ponerse un casco, le dedicó un último pensamiento a esa doncella. Las manos acomodaron el yelmo. El asesino estaba listo para volver al combate.

lunes, 13 de abril de 2009

Capitulo 6

Por eso, todos los ojos le siguieron cuando se fue hasta la alacena del rincón y sacó una botella. El cristal color pardo brillaba un poco a la luz de las teas. El corcho salió gracias a los dientes amarillentos de ese sujeto. El primer trago a esa botella de alcohol se oyó en el silencio hecho por esos chicos. Algunos se pusieron pálidos, mientras otros se afanaron más en su trabajo. No querían ser golpeados por ese hombre, todos habían visto como se ensañaba.

Hace cinco días había dejado muy sentido a Frederic. El muchacho fue curado por las auras elficas. Pero el miedo no se había borrado de su cuerpo. Los minutos pasaban y nada ocurría. Solo la voz de ese sujeto se volvía mas rasposa y siseante. Su andar se volvía mas pesado y la mirada se hacia torva.

Ahora los miraba con desprecio, buscaba uno tras otro. Los miraba y les tomaba del pelo. Finalmente halló a Ulrik pelando papas. Viéndolo tan débil y solo, decidió desquitarse con el chico. Su boca apestosa habló:

- Muchacho del demonio. ¿Qué estas haciendo?

- Pelando papas, como usted pidió- Respondió el chico sin mirarle.

- NO ME CONTESTES MOCOSO- Gritó el hombre.

- ¿Qué le pasa?- Preguntó el chico algo molesto.

- ME PASA QUE NO TE SOPORTO- Fue la respuesta del gordo.

La mano del hombretón se levantó para golpearlo. Un temblor recorrió el cuerpo del jovencito. Cerró los ojos sabiendo lo que se iba a venir. El golpe cayó con fuerza sobre la cara del chico que visitó el piso. Sus ojos pudieron ver de primera mano como esa bota iba directo a su cara.

Los demás jóvenes no hacían nada, solo cerraban los ojos esperando que pasara. No querían ver como apalizaban a su compañero. Ni uno solo saltó a defenderle, tenían miedo. Ulrik se cubrió como pudo de los golpes de ese hombre. El cocinero se detuvo y el muchacho trató de incorporarse. Esto irritó al sujeto que terminando de beber le rompió la botella en la cabeza.

El chico cayó al suelo desmayado, un hilo de sangre comenzó a bajar de su frente. Las rojas gotas regaban la tierra apisonada. El cocinero escupió al suelo y volviéndose a los demás gritó:

- QUE MIRAN, IDIOTAS. A COCINAR QUE ESPERAN LA COMIDA.

- Si señor- Respondieron algunos por lo bajo.

A los pocos minutos comenzaron a servir a los cansados luchadores. El cocinero salió a lucirse, pero cuando estaba allí parado entre los Caballeros… Pompo le preguntó:

- ¿Qué ha pasado con el escudero Ulrik? Debería estar aquí.

- Ehm… se cayó y esta recibiendo atención medica- Mintió el hombre.

- Ah, que inconveniencia- Dijo el Caballero.

- Si, es algo lamentable- Repuso el hombre.

- Bien, espero que los platillos estén como siempre, Claude- Dijo el asistente Esdla.

- Están mejor que antes mi Señor. Dijo el hombre, halagando a Esdla.

Los guerreros comieron y rieron. Ahogaron sus penas y dolores con los aromas del vino. Muchos comentaron sobre el desempeño de los Special K. Pero lo que mas les llamó la atención fue el acto del guerrero enemigo. Un hombre tan poderoso como ese, nadie habría pensado que tenía un corazón tan generoso. En verdad se había arriesgado a que cualquiera de ellos le matase. Pero, no le importó morir… era en verdad alguien admirable, sin importar su lealtad.

Revancha se levantó de la improvisada mesa y salió sin decir palabra. Desde la distancia miraba ese castillo. Ese, su gran objetivo. Alzó su mano enguantada y la estiró en la espesura de la noche. Apretó su mano, con ira… así parecía como que lo tenía al alcance de la mano. Sin embargo, la realidad era muy distinta. Ese fuerte se les resistía a pesar de los planes que hacían. Todavía no lograban traspasar sus murallas.

El Caballero apretó sus dientes y en un rapto de furia se arrancó el distintivo que él mismo había creado. Luego, el hombre se sentó en una roca. Desde ese lugar siguió mirando su objetivo. El caballero Esdla salió fuera y vio a su líder ahí sentado. La curiosidad le movió a acercarse. El guerrero se paró ante su Maestro de Clan y le miró, este le devolvió una mirada de fuego. El hombre miró el brazo derecho de su superior, en ese instante se sorprendió. Ese hombre, había disuelto su propio clan. Esa era su voluntad, el guerrero se arrancó el distintivo. En ese momento, el guerrero sentado en el piso habló:

- Hoy nuestra misión fue un desastre. Un poco de aceite pudo detenernos, me da vergüenza admitirlo. No quiero ser más un líder de clan. Si no puedo remediarlo en el campo de batalla, prefiero no verlo.

- Entiendo, es furia lo que invade su alma ahora- Dijo el hombre mirando a su ex maestro.

- Si, muchísima- Respondió Revancha.

- Entonces, de ahora en adelante... Mi clan se llamara así: Furias- Dijo el guerrero animado.

- Me agrada el nombre, apúntame en tu lista- Le dijo el Caballero riendo.

- Gracias, amigo- Dijo Esdla, visiblemente emocionado.

- No tienes por que- Respondió su ex maestro.

Un nuevo clan surgía de las cenizas del viejo. Un Líder decidía rebajarse, para recuperar la gloria. ¿Seria una decisión acertada? ¿Qué le depararía a ese guerrero el campo de batalla? Nadie lo sabe, solo el transcurrir del tiempo lo dirá.

Mientras tanto, el pobre Ulrik era llevado a la tienda de primeros auxilios por dos muchachos. El chico no reaccionaba, ya temían lo peor. Los pequeños entraron a la carpa con el joven en brazos. Al verlo así, dos elfos y un Maestro de Almas les ayudaron. La mirada de ese hombre intimidó a los jovenzuelos.

- Díganme la verdad. ¿Qué le ocurrió a este joven?- Les preguntó.

- Se cayó de repente. Le trajimos aquí por esa razón- Respondió uno de ellos.

- No tienen porque mentirme. Este chico tiene golpes que no se haría cayéndose al suelo- Dio el mago mirando un momento a Ulrik.

- Por favor, nos compromete- Dijeron los chicos temblando.

- Entiendo, ya se quien fue. Claude tuvo que ver en esto. No necesitan decírmelo, vayan- Dijo el Maestro de Almas mientras volvía a mirar al muchacho.

- Gracias, señor Ikki- Dijeron los chicos mientras se iban.

- PureArcher, Necrófaga. Ayuden al pequeño- Ordenó el Mago.

- Como ordene, señor- Respondieron las elfos mientras se acercaban a la litera.

El Maestro de Almas desapareció en el aire. Ya estaba cansado de que le trajeran muchachos lastimados por ese hombre. Primero intentaría hablar con Mace, el apoderado de ese sujeto. Luego, actuaría por su cuenta. Sentado a la mesa, el Caballero charlaba con sus camaradas. Al ver a Ikki se paró, acercándose a él. El albino le miró gravemente y luego habló:

- Claude, su protegido sigue lastimando escuderos.

- No me vengas con eso de nuevo. Claude es incapaz de hacer algo así- Le dijo el guerrero.

- Al contrario, es perfectamente capaz. Esta vez fue el escudero Ulrik, mis asistentes están cuidando de él- Le informó el recién llegado.

- ¿Seguro que fue por golpes?- Le preguntó Mace.

- Completamente. Su cráneo recibió un golpe muy fuerte. Habían trozos de vidrio en su cabeza. Y el golpe en su cachete, no pudo hacérselo él mismo- Respondió Ikki mirándole fijamente.

- Ya sabe que Claude es de emborracharse. Seguro no lo hizo con mala intención, yo hablaré con él- Dijo el hombre mirando hacia otro lado.

- Se lo encargo- Le dijo el encargado de la enfermería.

- Este bien, yo me ocupare- Quiso tranquilizarlo Mace.

- Eso espero, Mace- Respondió Ikki.

- Descuida- Dijo el otro riendo.
El Maestro de almas desapareció nuevamente. El guerrero se dio la vuelta y encogió los hombros. Luego, volvió a sentarse a la mesa. Poco le interesaban los problemas de esos críalos. Él estaba para cosas más grandes... como un castillo para ser más exactos.

jueves, 9 de abril de 2009

Capitulo 5


Eran muchos ataques aleatorios al mismo tiempo. La destreza requerida para actuar en ese tipo de situaciones era inmensa. Y no solo eso, todos ellos debían tener un gran nivel de concentración. En un instante podían descuidar su defensa y ser alcanzados por varios ataques. Con razón habían sido los elegidos para custodiar el Castillo de esa región.

Las horas pasaban y el cansancio se hacia sentir en ambos bandos. Pero esos hombres embutidos en armaduras ni siquiera se inmutaron. Solo estrecharon el círculo y siguieron peleando. Era como si tuvieran sus esperanzas fijas en otra cosa. No había desesperación en sus semblantes. Solo una determinación tan fuerte como el acero que empuñaban. Quizás por eso, sus esfuerzos fueron recompensados.

Los arcos del castillo apuntaron de nuevo, pero hacia abajo. Las saetas de penetración salieron a mansalva. Muchos recibieron esos rayos mortales. Sus gritos sembraron desconcierto entre los guerreros. Muy poco podían hacer contra ese tipo de flechas. Solo algunos Maestros de Almas poderosos lograban anularlas.

Aprovechando el momento, los acorralados huyeron hacia el castillo. Mientras corrían, uno de ellos tropezó. El guerrero cayó y un par de flechas se clavaron en su cuerpo. Ese Caballero gritó, los demás seguían corriendo. Los asediantes volvían a avanzar y con ello, las esperanzas del caído se esfumaban. Seguramente se convertiría en un prisionero. Le torturarían para arrebatarle datos valiosos. Sería expuesto a la vergüenza y se volvería el fetiche de sus vencedores.

El sonido de unos pasos presurosos le hizo mirar hacia delante. El guerrero ataviado con la armadura del Fénix Oscuro corría hacia él. Cuando estuvo junto al caído, le tomó con sus manos y lo cargó al hombro. Andando lo más rápido que podía, ese guerrero ayudó al compañero. Era un acto de valor, solidaridad y camaradería. Ese hombre, aunque enemigo… era alguien de verdadero valor. Por esa razón, los Caballeros que atacaban se detuvieron.

Todos retrocedieron y volviéndose al castillo enemigo realizaron el saludo de sus órdenes. En honor a las máximas que bregaron sus antecesores. Por eso reconocían así, el arrojo de ese varón. Alguien que dejaba su propia seguridad y se arriesgaba por el otro. Si, no era algo muy común en esos días. Por esa jornada había sido suficiente, el valor de ese hombre triunfó.

Los guerreros volvían al campamento. Ese día estuvo lleno de emociones, demasiadas tal vez. El astro rey se ocultaba bajo las estepas heladas. La temperatura comenzaba a descender. Las calidas fogatas con sus luces volvían a retomar la escena. Hombres, magos y elfos estaban reunidos. Las féminas estaban vigiladas por la superiora. Esa mujer no dejaba de ficharlas.

Los escuderos estaban aparte, solo les podían mirar, no congeniar. Esas eran las reglas que regían a las órdenes. Los guerreros dejaban de ser simples moradores. Al tomar las armas y entrar en una Orden, pasaban a ser defensores. Y como tales, ya no podían volver a mezclarse con el común. Esos muchachos representaban todo lo que habían dejado atrás. Era como verse en un pasado no muy lejano.

Llegada la hora décima, los escuderos tuvieron que ir a la tienda de la cocina. Al entrar en ese lugar, el cocinero les recibió. El sujeto en cuestión era un hombre regordete, muñido de un mostacho rebelde. Los ojos malicientos escrutaron a esos chicuelos. Con un par de gritos les indicó lo que tenían que hacer.

Ulrik terminó al lado de un par de costales de papa. Cuchillo en mano, el joven pelaba las verduras. Sus manos sucias tomaban otra patata y de nuevo comenzaba. Desde que estaba junto al clan se la pasaba haciendo eso. No solo se encargaban de auxiliar a los guerreros. Tenían muchas más tareas y obligaciones.

Otros jóvenes cocinaban bajo la mirada atenta del gordinflón. Este les regañaba si hacían algo mal. Algunas veces, se emborrachaba y podía ponerse muy violento. En esos casos, nadie hacia nada. Solo le dejaban, después de todo contaba con el aval de un Maestro de la Orden de Caballería.

lunes, 6 de abril de 2009

Capitulo 4

Al llegar ni siquiera fueron regañados, no había tiempo que perder. Con sus manos presurosas ayudaron con las armaduras. Los guerreros comenzaron a tomar sus armas, ya aprestándose para el combate. Una vez que las correas estuvieron bien sujetas. Los hombres miraron a sus escuderos y les hicieron una seña. Luego, comenzaron a salir, en dirección a la batalla.

Ellos se quedaron mirándoles ir. Ese día posiblemente escribirían otra página de sus propias leyendas. Esos guerreros se volvían maquinas. Perdiendo toda humanidad en sus rostros. Solo tenían una cosa en mente: acabar con todos sus enemigos. Las elfos ya se aprestaban a comenzar con sus disparos. Sus arcos comenzaban a tensarse, las saetas ya estaban listas.

Los escuderos de más edad también fueron equipados con armaduras ligeras. Tomando lanzas y alabardas, ellos también irían a luchar. Ulrik les ayudaba a equiparse y mientras les vestía. Él les envidiaba, esos compañeros lucharían codo a codo. Estarían junto a esos Caballeros tan importantes e imponentes. Eso era un honor, al menos para los guerreros de baja categoría; como ellos. Mucho mas para aspirantes como ese chico inquieto.

Otro de los chicos se acercó hasta un tambor de madera. Allí hurgó entre los utensilios y extrajo un pequeño tubo. Luego, sacando un cristal de cortes irregulares… lo puso en un extremo. Con ese cristal bastante transparente, podía ver de cerca la lucha. Y eso que no estaba allí peleando. El muchacho miraba embelesado como se desarrollaba ese choque de clanes. Quedando por unos momentos, ajeno a todo su entorno. Los demás se pusieron su alrededor. Estaban expectantes, aguardando los comentarios.

El chico comenzó a contar luego de abrir la boca reiteradas veces:

- Los Caballeros del clan Alitas van al ataque, les siguen los de Team Grox y Pitufos. Han salido algunos guerreros del castillo… Son muchos, están bien armados.

- ¿Hay alguno con una armadura del Fénix Oscuro?- Preguntó Ulrik.

- A ver… Si, va en la primera línea. Ese hombre es muy bueno luchando, parece invencible. Ahí esquivó las flechas de nuestras elfos… es algo fuera de serie. ¿Ulrik? ¿Le conoces?- Inquirió el jovencito.

- No… no, he oído cosas sobre ese sujeto. Nada más- Respondió el joven.

- Ah, pues esta cambiando el ambiente de la lucha. Esperen, ahí van los del Special con el ariete. Diox mío, que golpe han dado. ¿Escuchan chicos?- Preguntó el relator.

En efecto, el sonido resonó en la meseta helada. Los goznes de ese portón temblaron ante el impacto. Las marmitas de aceite hirviendo comenzaban a inclinarse. Escudos de mana envolvieron a los asediantes. Mientras una ráfaga de flechas de penetración atravesaban los bloques de piedra.

Un grito ahogado brotó, uno de los encargados había sido alcanzado. Ese momento de confusión fue aprovechado. Un nuevo impacto sacudió el portón de madera y acero, el plan funcionaba. Ya podían ver el interior de ese castillo. Sin embargo, cuando fueron a dar el tercer golpe… Un sonido de engranajes alertó al Maestro del clan. Estaban por usar algo peor. El Caballero Revancha le hizo una seña al Maestro de almas. Este intensificó los escudos de mana. Una lluvia de dardos de punta metálica atravesó la puerta. Eso había sido peligroso, de no haber mediado el escudo místico ya habrían muerto.

Se volvieron a lanzar en una loca carrera contra el portón. Pero esta vez el aceite cayó antes. Tuvieron que clavar las botas. El escudo místico no cubría todo por completo. Si entraban en contacto con ese aceite hirviendo. Seguramente saldrían heridos. Pero, no se darían por vencido así como así. Los guerreros comenzaron a balancear el tronco mientras gritaban. Desde el campamento podían oír esos gritos salvajes. El movimiento aumentó y por fin, lo arrojaron contra la puerta.

El tronco del ariete salió despedido con fuerza. Chocó estrepitosamente contra la barrera que formaba ese portal. Los integrantes del clan alzaron los brazos enardecidos. Esa había sido una demostración de su fuerza. Pero no se contentaron con eso, reagrupándose con velocidad; fueron en auxilio de los demás. Los defensores del castillo de repente quedaron rodeados. Los cuatro clanes les acosaban por todos los frentes.

sábado, 4 de abril de 2009

Capitulo 3

Varios minutos pasaron hasta que pudo moverse. El terror no terminaba de abandonar su cuerpo. Al pararse reanudó su camino de vuelta al campamento. Moviéndose con cuidado entre los árboles helados y la nieve. Era vital que sus compañeros no le vieran, deseaba evitar regaños. Pero más que eso… aborrecía que esos grandulones se rieran de él. Aunque pequeño, Ulrik ya se sentía un Caballero. A pesar de que su cuerpo indicara lo contrario.

Un rato le llevó el aproximarse a la tienda en que dormía junto a sus compañeros. Al llegar a destino, se detuvo un momento a recuperar el aliento. Esa caminata en la nieve había sido agotadora. Miró unos momentos al cielo, ya la luna estaba sobre el campamento. Entonces, debía ser alrededor de la hora décimo primera. Lo había aprendido de los líderes de clanes. Snoopy le comentó sobre este método. De acuerdo a la posición del astro sobre el campamento podían saber que hora del día o la noche era. No parecía gran cosa, pero tenía su utilidad.

Se escabulló en la tienda. Pero cuando ya estaba por llegar a su litera... una mano le tomó de la ropa. Estuvo a punto de gritar. Pero otra mano le tapó la boca antes de que pudiera hacerlo. Quien quiera que fuera lo levantó en vilo y le sacó de allí. De nuevo fuera del lugar Athenas le soltó. La doncella sonrió por su captura. Había atrapado a un intruso. Pero rápidamente se percató de su error al oír la voz del muchacho.

Ulrik le explicó que había salido del campamento porque se hallaba enfadado. Le comento que era uno de los escuderos de los Caballeros Oscuros que estaban peleando para el clan Alitas. Aunque, últimamente también ayudaban a los demás clanes. El personal escaseaba y no había muchos escuderos. Por su edad, a él no podían ordenarle luchar en batalla. Aunque, para ser sincero... él deseaba luchar.

Luego de oír la explicación, la elfo echó a reír. Aunque se tapó la boca antes de que le oyeran. Si la superiora se entraba que ella andaba otra vez escapada. El sermón que recibiría sería memorable. Se agachó un instante y le habló al chicuelo:

- Así que, Caballero Ulrik ¿eh? Bien, como tal debes tener una espada.

- Pe... pero esas cosas no las puede tener consigo un escudero- Dijo el muchacho con miedo.

- Te daré una espada, toma- Dijo ella, haciendo caso omiso.

- ¿Qué es esto?- Preguntó el chico.

- Es una Kriss. Una daga auxiliar. Es liviana y fácil de llevar. Podrás defenderte, por cierto ¿Sabes usarla?- Le preguntó ella.

- Ehm... pues... claro, claro que sé- Respondió titubeante el muchacho.

Ambos hablaban animadamente y por ello no se habían percatado. Para cuando quisieron darse cuenta, era tarde. Una figura resplandeciente apareció a espaldas de la elfo. La armadura Guardián brillaba con iridiscencias plateadas. La voz salió firme hacia la oveja perdida:

- Athenas. Vuelve a la tienda.

- Pero, señora- Replicó la rubia.

- Sin peros, a la tienda. No debes relacionarte con los ajenos a nuestra estirpe- Le dijo secamente la Maestra del Clan.

- Entiendo- Dijo la blonda bajando la cabeza.

La chica se paró, en ese momento su cara se volvió hierática. Le dedicó una sola mirada al pequeño y luego se dio la vuelta. No volvió a pronunciar palabra. Solo se hincó frente a su Maestra de Orden y se dirigió al descanso. La elfo reverenció al jovencito. Disculpándose por la intromisión de su subalterna. Finalizada la cortesía, procedió a retirarse.

Esa noche, evidentemente era muy movida. Ulrik se quedó mirando como un bobo la daga. Se notaba que estaba excelentemente forjada. La hoja tenía la dureza y flexibilidad justas. Al estar conformada por tres ondas, podía ser mortal. Paseó sus dedos por el filo y se cortó la yema. En verdad estaba afilada esa cosa. Escondió la daga entre sus ropas y mientras se chupaba el dedo... volvió a entrar a su tienda. Ahora si, finalmente en su litera por fin podría descansar.
No supo bien en que momento sonó el cuerno de batalla. Pero le pareció como si fuera en el mismo instante en que cerró los ojos. Soñoliento se paró y casi cayó al suelo. Los demás le miraron y no pudieron evitar reírse. El chico se sonrojó de vergüenza. Aunque muchos creyeron que era por el frío. Se vistieron a toda prisa y ya corrían a las tiendas de los Caballeros

jueves, 2 de abril de 2009

Capitulo 2


El choque es violentísimo, el ariete choca y retrocede unos instantes. Los guerreros gritan alborozados. Un hueco se ha abierto en ese muro de piedra y hierros. Sin embargo, el júbilo dura poco. Un silbido poderoso y ese haz de luz sale con potencia por el hueco. El ariete es traspasado de parte a parte, haciéndose añicos en las manos enfervorizadas de esos hombres.

Se miran unos a otros como si el cerebro se hubiera fugado de sus cuerpos. Rayos caen desde el cielo fulminándolos en el acto. Los demás combatientes se detienen un instante, mientras el sol se va ocultando. Muchos escupen al suelo, asqueados; otro día perdido. ¿Cuánto llevan así? Ya han perdido la cuenta, el acero, la sangre y la muerte parecen obnubilarles.

Los clanes que intervienen se retiran del campo de batalla. Están cansados, heridos y sucios. Esta noche solo los centinelas cuidaran el campamento. Un puñado de hombres designados quedaría velando por los cuatro clanes. Estos ya se estaban preparando cuando les vieron venir. Cansados marchaban de vuelta al punto de partida. Golpeados, heridos, pero determinados y esperanzados. Mañana, tal vez mañana podrían tomar el castillo.

Esperanzas que se vuelven a tener en la noche. Para que con un nuevo sol vuelvan a ser tomadas. Los guerreros se desploman en sus tiendas. Otros, los mas frescos preparan fogatas para pasar la noche. Algunas doncellas guerreras toman sus guitarras y uniéndose a una voz... el canto fluye desde el centro del campamento. Esa trova dulce y embriagante envuelve las almas de los guerreros. Con cada nota, parece como si el cansancio se desvaneciera. Muchos se sentían volviendo a sus lejanos hogares. Allí, donde sus mujeres les aguardaban. Los dolores por los golpes y cortes recibidos parecían desvanecerse ante ese canto... era algo mágico que ni siquiera los Maestros de Almas podían lograr.

Cuando el canto terminó, muchos hombres aplaudieron a las intérpretes. Las doncellas se ruborizaron visiblemente ante los halagos. Aún vestidas con sus armaduras, se levantaron y saludaron a todos sus compañeros con una reverencia. Luego volvieron a su tienda a cambiarse. Ellas estaban apartadas del resto en ese campamento. Como las únicas mujeres guerreras allí, mantenían su pureza. No podían corromperse. Aunque en lo más recóndito de sus seres lo desearan. De intentarlo y ser descubiertas... la muerte o el destierro eran los únicos castigos. Quizás, por ese motivo en la mirada de esas féminas podían verse trazos de tristeza.

Mientras tanto, en la fogata los demás guerreros contaban las hazañas de ese día:

- Hoy vencimos a cuatrocientos soldados- Decía Rockorn.

- No es nada, hoy nosotros pudimos detener algunas flechas de penetración enemigas- Le retrucó Esdla.

- HA, ¿Por eso se envalentonan?- Intervino el escudero.

- ¿Y tú que haz hecho?- Le preguntó Revancha.

- Les lave las ropas a todos, manga de ineptos. Mucha lucha pero de limpiar nada- Respondió el chicuelo.

- HAHAHAHAAHAHAHAHAHAHAHA- Echaron a reír los soldados.

- Bueno, bueno bravo guerrero. Perdona nuestras vidas- Dijo Karokan.

El jovencito se dio la vuelta furioso, esos tontos le volvían a tomar el pelo. Se alejó con aire de dignidad ofendida y cuando estuvo lo suficientemente lejos... lloró. Esos a quienes admiraba, le menospreciaban. Se limpió las lágrimas con la manga de su abrigo y se quedó quieto. Algo le llamó la atención, podía percibir que no muy lejos de allí, una persona andaba. La curiosidad se anidó en el interior del jovencito que con pasos dubitativos al principio se encaminó al lugar. Salió de los límites del campamento, entrando a ese bosque de árboles congelados. El aire se volvía bruma allí, la temperatura bajaba mucho más y se sentía.

Sus ojitos celestes como el cielo estudiaban el lugar. La oscuridad parecía no existir en ese bosque con luz propia. De repente un destello atravesó el aire no muy lejos de allí. La persona que había sentido debía estar en esa dirección. Podía sentir como si le llamara. Siguió caminando, pero buscó ocultarse entre los árboles. Solo quería mirar, si era un enemigo... no deseaba morir. Temblando de miedo y frío siguió acercándose. Al fin pudo distinguir una silueta que se movía. Danzando en medio de la bruma la silueta dibujaba figuras con sus destellos.

El jovencito siguió acercándose, deseaba ver bien al bailarín. Se movió en la nieve con el mayor sigilo posible. Entonces por fin pudo verle: El guerrero estaba con el torso desnudo en medio de ese lugar. En su mano la Hoja del Devorador refulgía de una forma hechizante. Los ojos cerrados del hombre demostraban que estaba completamente ajeno a su entorno. La pierna trasera se movió hacia atrás y la melodía de su cuerpo volvió a comenzar.

Cada finta, estocada y bloqueo eran ejecutados de una forma tan bella. Ese muchacho observaba con los ojos grandes como platos. No había huecos en la defensa de ese hombre. La espada volaba y se movía magnificando los movimientos. El tiempo pareció detenerse allí. Sin embargo, un rato mas tarde el bailarín se detuvo. El guerrero percibió un silbido lejano llamándole. Unos ojos como dos tizones encendidos se abrieron. La sonrisa adornó el rostro del hombre que envainó su espada y salió. El muchacho quiso salir a preguntarle su nombre. Sin embargo, cuando vio el tatuaje que llevaba en su hombro... desistió.
Su cara se demudó de asombro, ese guerrero no era otro más que Mekai, el líder del clan que protegía el castillo. Con la mirada siguió el andar de ese hombre que parecía un dios. Lo vio perderse entre la bruma, como si fuera una aparición. Había estado observando a una leyenda.

El hombre que estaba predestinado a matar incluso a los dioses. Ese era Mekai, en sus manos esa Hoja de Devorador se volvía el arma definitiva. Pero, aunque muchos decían que lo poderoso era su espada. La verdad era otra y ese joven la acababa de ver. Su esgrima era impecable, no había defectos en sus movimientos. Pero, ¿Quién iba a ponerse a analizar eso durante una batalla?

Solo él había podido apreciar en secreto la belleza de la esgrima de ese hombre. El más ínfimo de entre sus enemigos. Podía parecer irrisorio, pero para ese joven no. Con cada movimiento ese líder defendía a los suyos. Por fin comprendía la diferencia que se abría entre ellos. Un abismo tan hondo como el infinito les separaba. Y a pesar de ello, él aspiraba a ser ordenado Caballero. Con el mismo sigilo que llegó hasta allí, se decidió a volver al campamento.

Al dar la vuelta, su rostro se encontró con la punta adiamantada de esa espada. La hoja subía hasta llegar a la empuñadura. Allí, una mano ruda sostenía el arma y ese brazo poderoso le hacia de soporte. Una faz oculta por un casco de Fénix Oscuro me miraba inquisidor. El rostro de ese jovenzuelo se demudó de asombro y temor. ¿En que momento había llegado ese sujeto? ¿Quién era ese asesino? ¿Por qué él? Tantas preguntas y tan poco tiempo para responderlas. El guerrero pareció detenerse y luego de asentir retiró su espada y la envainó. Ulrik se quedó absorto mirándolo desaparecer entre esos árboles gélidos.

Davias



Esta historia va dedicada a todos los fans del juego en linea MU. En especial a mis compañeros de juego. Digamos que es un tributo al juego que nos unió por un tiempo. Para ir poniendoles en situación: La acción transcurre en el extremo norte de un mundo epico y lleno de magia. Un lugar en el que todavía las espadas y el honor existen. Ese lugar se llama...

Davias

Las saetas surcan el cielo, oscureciéndolo por un instante. Las gélidas flechas de hielo comienzan a precipitarse en la oscuridad de esa noche. Gritos de coraje y dolor se oyen a lo lejos. De nuevo las cuerdas se tensan listas para dejarlas ir... los proyectiles salen nuevamente en su loca carrera. Esas cabezas de acero dirigen el resto hacia los blancos que les ven venir aterrados.

Los guerreros intentan cubrirse, pero en algunos casos ocurre que la lentitud se vuelve imperdonable. En otros logran ser más afortunados y bloquean o las esquivan. Todo esto mientras combaten contra los rivales del otro bando. Espadas, mazos y lanzas se mueven dentro de ese mar de aceros y corazas. Caballeros, Gladiadores, Elfos y Lores Oscuros luchan hasta el final. Están golpeados, cansados y hambrientos pero de momento solo les importa sobrevivir.

Lejos de la batalla, los maestros de cada clan discuten las estrategias para alcanzar la victoria. Tanta cobardía jamás había sido vista, pero así se manejan ellos. Los cerebros de todo esto tenían otra forma de pelear. Las piezas de sus tableros de ajedrez ya estaban moviéndose. Y todo esto por hacerse con el control del Castillo Norte. Este era un punto clave para los clanes Alitas, Team Grox, Special K y Pitufos.

Los dos Castillos de esa región representaban un símbolo de status y poder. Además, quien controlara ambos lugares tendría derecho a controlar los precios. ¿Los precios de que? Armas, sets, pociones, todo lo necesario para luchar. Los ganadores no precisarían combatir más. Con el usufructo que les daría el control del comercio tendrían suficiente como para vivir cómodamente. Sus preocupaciones terminarían, ya podrían abandonar la espada.

¿Por qué dejar la espada? Te preguntas.

Estos viejos guerreros estaban cansados. No querían seguir viviendo de esa manera. Lucharon por sus vidas mil y un veces, arrostraron peligros sin nombre. ¿Y todo eso para que? Para ganar un reconocimiento fútil y una palmada en el hombro. Pero la verdad es que quienes les alababan en público. En privado los veían como asnos incapaces de razonar. Ahora los brutos les estaban demostrando que también podían pensar. El sabor de la revancha puede ser dulce por momentos.

La nieve que todo lo ve y todo lo cubre se tiñe de rojo. La sangre de cientos de guerreros le riega sin que lo pida. En el frío de ese amanecer, los contingentes logran traspasar las primeras líneas de defensa y avanzan a paso firme. Las murallas del Castillo esperan. Elfos ataviados con sets, Naturaleza, Viento y Guardián tensan las cuerdas con sus flechas.

Las saetas salen con una precisión mortífera, pero los magos se adelantan. Escudos de mana protegen a los atacantes que cargan rápido contra las puertas. Una lluvia de golpes se cierne sobre ese portón. Pero no logran conmoverlo, la madera maciza apuntalada por el armazón de hierro lo hacen muy fuerte. Los atacantes desesperan, los segundos preciosos acaban y una lluvia de aceite caliente les cubre.

Gritos de dolor y agonía brotan de esas caras derretidas. Los cuerpos con la vida escapándosele por cada rincón intentan huir. Pero es en vano, no saben a donde. Ya han perdido cada rasgo de su cara, pasando a verse similares a ghoules. Algunos hombres dan vuelta la cara asqueados por el espectáculo. Sin embargo, las voces de sus adalides les sacan de ese pozo y les instan a luchar.
Las instrucciones se imparten con rapidez y precisión. Cada minuto es precioso, la manzana codiciada ya esta al alcance de la mano. Solo un poco más. Los soldados se forman alrededor de un tronco cubierto de escudos y con pinchos en el frente. Un grupo de elfos cubiertos por el mana de los magos responde a los ataques del muro. La oportunidad se presenta ante esos que arremeten nuevamente en una loca carrera.