sábado, 17 de octubre de 2009

Capitulo 13: Acto Final

Las luces de ese día comenzaban a decaer, el rojo y el dorado bañaban la ciudad. Los edificios reflejaban la luz, brindando un espectáculo precioso. Frente a la ventana de su habitación el hombre miraba el espectáculo. Mientras la cruz que formaban las divisiones de su ventana proyectaba su sombra sobre él.

Con resignación envainó la hoja de la espada y poniendo el sable en el estuche salió de su hogar desierto. Su madre y Micaela se habían ido de compras, tanto mejor... odiaba las despedidas. Se acomodó el saco negro y luego de un suspiro salió.

Abrió la puerta de su casa y salió, bajó las escaleras con pesar. Sabía que el momento había llegado, ella lo encontraría donde quiera que se metiera. Esa mujer no era alguien común, la presencia de ella lo sobrecogía. Al llegar a la calle, pudo oír esa voz que nunca desearía haber oído:

- Sígueme, no debe quedar nadie mas implicado. ¿Estas de acuerdo?

- ¿Debe ser así?, esta bien... te sigo- Acordó él.

Los dos caminaban uno junto al otro, los cabellos negros de la mujer ondeaban con su andar. Mihayla le sacaba una cabeza en altura, las ropas de abrigo apenas dejaban adivinar el cuerpo que había ahí abajo. Durante horas atravesaron la ciudad a pie, en silencio. No era algo que desearan, pero era lo mejor... ambos lo sabían. Ella se detuvo al llegar a las cercanías de un campo de golf.

El lugar tenía el césped recién cortado, no había árboles... salvo los que se encontraban a lo lejos. No andaba nadie a esas horas, no era visible desde la ruta. Al detenerse ella, el joven abrió el estuche.

El aura maligna que salió era poco menos que horrible. El aire oscuro le envolvió por unos instantes. El acero comenzaba a tintinear... la espada reconocía a su amo, el brillo se intensificó. La hoja respondía al alma del muchacho.

Cuando el rostro del muchacho apareció... la mirada se había vuelto totalmente maligna, sus ojos solo despedían intención de matar. La sonrisa entre burlona y llena de confianza se dibujaba ahora en el rostro de él. Se desprendió el saco y luego tomó la vaina.

Mihayla no había dicho nada, se quitó la campera y el abrigo. Sus ojos blancos envolvieron la figura de ese ser que aparecía frente a ella. Su respiración estaba calmada, sus brazos apenas tensionados dejaban que sus piernas se mantuvieran bajas para el ataque.

Los dedos de sus manos se entrecruzaron, formando figuras en el aire rápidamente. Al terminar, sus manos comenzaron a brillar. Luego, mirando a la figura que aparecía ante ella dijo:

- Bien, maligno. Es hora de que desaparezcas de este lugar, no tienes porque seguir ensuciando este mundo con tu tacto.

- No si tú mueres primero, maldita exorcista- Respondió él.

El viento se levantó alrededor de la muchacha que se lanzó al ataque desapareciendo en el proceso. El joven le enfrentó, lanzándose al ataque con su espada. Los destellos de acero brillaban en una sucesión interminable. Mihayla evadía los ataques con facilidad, mientras sus manos llegaban al cuerpo del joven con suavidad.

El demonio no tardó en percatarse de como el daño se volvía interno. La sangre que le hizo detenerse al tener que verse obligado a toser su propia vitalidad le puso en alerta.
Mihayla no se detuvo y dándole un golpe central lo hizo caer junto a la espada que comenzaba a astillarse.

Él volvió a atacar, mientras envainaba y desenvainaba con rapidez para atacar nuevamente con su arma. La chica evadió el ataque por poco, su hombrera cayó cortada en dos limpiamente. Pero no era tiempo de ello, ya todo estaba terminado. Cortó la yema de sus dedos con los dientes y luego recitando unas palabras mientras se movía terminó con el conjuro.

Unos sellos dorados envolvieron la espada del muchacho que ya fue incapaz de moverse. Los mudras subían en tono y frecuencia, mientras las formas en que entrelazaba sus manos crecían. El guerrero no podía hacer nada ya, una ultima mirada y por fin la chica soltó el ultimo sello.

Una luz blanquísima envolvió al muchacho y su espada. Ya no quedaba nada mas, por fin sentía liberación... libertad. En ese lugar blanco, apareció Leonardo tirado. Se incorporó algo sorprendido, estaba aturdido por todo lo ocurrido. Lo último que recordaba era la pelea y el estar completamente a merced de Mihayla.

Otra figura apareció delante de él, era su última rival. La mirada blanquecina se posó en el muchacho y sentándose delante suyo le dijo:

- El que llega a las puertas de la muerte, encuentra las de la verdadera vida. Ahora, decide ¿Quieres vivir nuevamente? ¿O desaparecer para siempre?

- Quiero vivir, mas que nada quiero vivir- Dijo el muchacho mientras se acercaba a ella.

- Que así sea, pero lo harás con un nuevo cuerpo. Adiós, Leonardo- Dijo ella mientras le envolvía con su ropaje, ahora blanco.

- Gracias, Mihayla. Dijo él, mientras cerraba sus ojos.

Otra figura apareció ante la dama, un guerrero de cabellos como la nieve y ojos color ámbar. Zankuro sonrió y reverenció a la mujer, al fin su alma podía reunirse con la de su amada Seiko...

La vida volvía a tomar su flujo, el tiempo pasaba como de costumbre. Rápidamente para algunos y muy lento para otros, pero sin detenerse. Sobre la desaparición de Leonardo no se supo nada. Solo se hablaba sobre un extraño suceso en una cancha de golf. No habían quedado más que un enorme circulo de pasto quemado y árboles cortados por algo que nadie supo que fue.

Solo se encontró en aquel lugar a una joven de cabellos oscuros encinta. Los ojos ahora pardos de la mujer miraron de nuevo la habitación. Se hallaba en una clínica, sonreía al saber que por fin había completado su misión. La maldición de Mugen había llegado a su fin.

Conforme su panza fue creciendo, ella se fue preparando para ver de nuevo al alma atormentada. Esta sería su nueva oportunidad de vivir, tal y como se lo había pedido hace ya mucho tiempo. Al salir al mundo exterior, Leonardo comenzaba una nueva vida.

Mihayla era feliz, su primer hijo había nacido finalmente. Le miró con ternura, mientras lo acunaba en su seno. Podía sentir la fuerza de su espíritu manar del cuerpo de ese niño. Así, como de la nada surge todo, de la muerte surge vida. Una muerte llega con una nueva vida.

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