martes, 1 de septiembre de 2009

Capitulo 5: Mentiras

Una mentira lleva a otra y se encadenan, poco a poco
el hombre se hunde en un pantano del que no puede salir.

Sin embargo, aún con las mejores intenciones se han cometido las peores aberraciones en la historia del mundo. Se sentó a la silla luego de dejar su estuche en la habitación. Su madre con el seño fruncido esperaba explicaciones.

- Lamento llegar a esta hora. Es que nos quedamos en lo de Hernán ensayando un número para el insti- Mintió Leonardo.

- ¿Era necesario que dejaras la casa sola? Sabes muy bien que no me gusta que Micaela se quede sola- Dijo su madre.

- Pero si ella estaba con sus amigas, al menos cuando me fui era así- Dijo él.

- No me gustan sus amistades, esas chicas no me inspiran confianza, hijo- Dijo su madre.

- Bueno, trataré de no salir tanto mama. Pero es que a mi también me gustaría poder salir sin tener que estar pendiente de ella- Dijo el joven.

- No tengo problema en que salgas, pero trata de volver temprano, no quiero llegar y que tu no estés- Dijo la mujer.

- Ok, lo haré- Dijo él resignándose.

- Me alegra, ya me tengo que ir. Cuídate- Dijo su madre mientras le besaba la frente y tomando su cartera salía hacia el trabajo.

Él se quedo ahí, el sueño pudo mas y terminó durmiéndose en la mesa. Sintió un cálido toque que movía su cabeza, cuando abrió los ojos se trataba de su hermana que lo miraba preocupada.

Se sorprendió y avergonzó de que lo encontrara en esa situación tan embarazosa. Ella solo se limito a decirle:

- Dale, son las siete de la mañana. Tenés que irte, igual yo me voy a encontrar con las chicas para preparar un trabajo.

- Uh, ya me estoy yendo- Dijo el muchacho mientras se incorporaba se lavaba la cara y tomando los libros salía corriendo hacia el instituto.

La chica suspiró al verlo correr como un desesperado, camino hasta la puerta y cerró con llave... Leonardo corría hasta el subte, quería llegar a tiempo al colegio. Bajó las escaleras y llegó. El subte se estaba yendo de la estación, estaba enfadado y resignado ahora llegaría tarde.

Miró a su alrededor mientras esperaba que viniera de nuevo el servicio. El metro llegó y el subió, como era hora pico iba muy apretado. Se topó con alguien y quiso moverse pero solo se apretó más contra esta persona.

La sorpresa del muchacho fue mayúscula al verse cara a cara con la joven hija de su blanco. La muchacha se sonrojó y lo miró a los ojos por unos instantes, el sonido de las puertas abrirse en la estación de él rompieron la magia del momento.

Salió corriendo para llegar al instituto, la chica se sorprendió por su supuesta reacción pero no dijo nada, solo lo miró irse. Leonardo se quedó algo preocupado, ¿ella se habría percatado de quien era él? Descartó esa idea rápidamente, habían usado mascaras muy buenas para ocultar sus rostros; así que no había problemas.

Entró al salón con estrépito, su profesor lo miró con un gesto de reprobación y rápidamente le increpó:

- ¿Otra vez llegando tarde? Tiene media falta.

Él no respondió y sentándose en su lugar se unió a la clase. El cansancio se notaba en su cuerpo porque se quedó dormido en la clase. El profesor no soportó más y de un grito lo despertó con un susto. Todos rieron en el salón, Leonardo se avergonzó mientras pedía disculpas al académico.

Cuando termino el turno, salió caminando al mejor estilo zombi. Estaba muy cansado por todas las emociones de la noche anterior, había dormido muy poco. Con los libros bajo el brazo y su falta de reflejos no vio a la apurada y despistada muchacha que salió de repente. Chocaron los dos y cayeron al piso, él se levantó como pudo cuando miro hacia arriba vio a la chica del tren extendiéndole la mano. Le ayudo a levantarse y juntando sus cosas le dedico una sonrisa.

Él se quedo embobado, no supo que decirle a esa joven de cabellos dorados y mirada cristalina. Fijó su vista en esos labios rosados que se movían con preocupación, entonces la oyó hablar:

- Ah, discúlpame, no vi por donde caminaba.

- Esta bien, yo tampoco estaba atento, discúlpame- Dijo el joven con algo de mala espina.

- Gracias, disculpa ¿este es el instituto Mazza?- Preguntó ella.

- Si, este es. Disculpa, tengo que irme- Dijo él algo incomodo.

- Espera, ¿Puedes mostrarme el lugar? No conozco mucho esta zona- Pidió ella.

- Esta bien, lo único ya están por cerrar; será mejor apurarnos- Dijo Leonardo.

- Bien- Dijo ella mientras sonreía.


- Entremos entonces. Le dijo él, mientras la guiaba.

El joven guió a la muchacha por el interior del complejo, mostrándole aulas, gimnasio, enfermería, sala de actos. Cuando terminó de mostrarle todo, salieron por el pasillo pero cuando llegaron a la puerta de salida esta se encontraba cerrada.

Leonardo suspiró al verse encerrado y la chica se desanimo mientras le decía:

- Creo que fue mala idea pedirte que me mostraras el lugar.

- No hay problema, podemos salir por la ventana- Dijo él mientras subía a un banco y comenzaba a pasarse por la abertura.

- Bien pensado- Dijo ella y le emulo.

El joven se quedó mirando para arriba, viendo como la chica se pasaba; ella no alcanzó a aferrarse del borde y cayó con estrépito. Leonardo la ayudó a levantarse, tomándola de la mano. Ella se levantó muy apurada y terminó tropezando... cayendo sobre él.

La situación pareció detener el tiempo en esa entrada, el perfume de ella penetró dentro de él extasiándolo. Los cabellos rubios se regaron sobre Leonardo que la miraba a los ojos con sorpresa. Sus pupilas celestes quedaron fijas en las de Leonardo que sentía como un sudor frío comenzaba a correrle por la espalda.

La chica se paró, mientras se ponía colorada como un ají el muchacho se paraba algo avergonzado por lo sucedido. Un silencio incomodo se cernió sobre ambos y ella terminó disculpándose de nuevo por su torpeza. Él se quedó callado mientras la miraba, ella pasó a lado de él y le dijo:

- Mira

Él miró justo hacia donde estaba ella y la joven aprovechó para robarle un beso. Mientras ella desaparecía entre la multitud del lugar, Leonardo se quedó ahí parado como una estatua. Lloraba y reía ante lo irónico que podía llegar a ser todo, él era el asesino de su padre y ella ahora le había robado un beso con picardía.

Secó las lágrimas con su puño y comenzó a caminar hacia su casa, ya llegaba tarde pero no importaba. Aún no había hecho la comida ni los mandados, su hermana seguro estaría furiosa esperando su llegada.

Pero al llegar, nada fue así... su hermana no había llegado, eso era raro. Tocaron a la puerta de la casa y un nuevo paquete llego a sus manos. Lo guardó en su habitación y bajo a cocinar, oyó unos quejidos que venían de la habitación de su hermana.

Se acercó sin hacer ruido y miró por la cerradura, no pudo ver nada porque el cuarto estaba a oscuras. Abrió la puerta y con un palo en la otra mano penetró en el cuarto, un griterío del demonio se armo ahí adentro.

Su hermana gritó al verlo con el palo mientras un jovencito rubio lo miraba aterrado y sorprendido. Leonardo los miró a ambos, tomó al muchacho de la remera y le preguntó:

- ¿Que haces acá?

- Nada, estoy jodiendo con tu hermana- Dijo el jovencito.

No hubo respuesta, solo un violento puñetazo que dobló en dos al pibe. Leonardo lo llevó de la remera como un gatito hasta afuera y lo sacó de la casa. Su hermana le recriminaba por el joven, él no le presto atención y solo cocinó.

Comieron en silencio, Micaela estaba ofendida por la conducta bárbara de su hermano mayor. Él no dijo una sola palabra para no provocarla y tener que soportar una discusión que no llevaría a nada. Cuando la miro no pudo más y le dijo:

- La próxima vez que quieras hacer alguna cosa de esas, hacela fuera de casa.

- Ah claro ¿y vos que sabes que hacíamos nosotros? Vos no tenés idea de lo que hacíamos- Le dijo ella con desprecio.

- No lo sé y prefiero no saberlo a pervertirme sabiéndolo- Le respondió él mientras terminaba de comer.

- Claro, seguro que no sabes nada de esto vos. Y decime, ¿Qué onda con Lucrecia?- Preguntó ella con malicia.

- ¿No es tu amiga? ¿Qué tengo que ver yo con ella?- Buscó desentenderse.

- Mmmm... que yo no soy tonta, el beso del otro día y la descompostura de ella ¿Seguro que no paso nada?- Volvió a preguntar ella.

- No... que yo sepa no- Mintió él.

Ella se quedó asombrada de su respuesta. Al parecer su presentimiento no era el correcto. Se levantó de la mesa y se fue a su habitación. Leonardo comenzó a lavar los platos y luego se acostó, tenía mucho cansancio.

Se cambio y se metió en la cama, fue como un desmayo porque se durmió al instante y no se levantó hasta muy entrada la noche. Un poco de frío lo despertó, abrió los ojos despacio y lo que encontró lo shockeo...

Su hermana estaba a su lado desnuda, entre sus manos tenía una botella de whisky y olía a alcohol, en las sabanas había un poquito de sangre. Y él también olía a alcohol, miró a su entrepierna y notó que no tenía sus boxers. Eso lo alarmó... no podía ser que... ¿su propia hermana se lo había tirado?

No podía ser posible, pero la escena daba la pauta. Se levantó y movió a Micaela, la chica lo miró y corrió hacía el baño a vomitar. Leonardo la siguió y tuvo que observar como devolvía todo lo que había comido a la taza del excusado. Se acercó a Micaela y le preguntó:

- ¿Qué paso?
- ¿No lo recuerdas? ¿No estas jodiendo?- Le preguntó ella recuperando el aire.

- No, no quiero saberlo. Tu...¿y yo?- Pregunto él, tembloroso.

- Creo que si, no lo recuerdo muy bien. Pero se sentía muy cálido y vibrante, fue una sensación maravillosa- Dijo ella mientras se sonrojaba.

El se quedó callado, no podía creer que su propia hermana dijera eso; algo lo detuvo pareció recordar unos gemidos mientras dormía... NO PODIA SER POSIBLE, entonces era verdad. Micaela lo vio bajar precipitadamente hacía la cocina y presintió algo malo, lo siguió...

En la cocina lo vio tomar un cuchillo y apuntarlo a su cuello, cerró los ojos e hizo fuerza; el acero siguió el movimiento pero su vida no se termino... un poco de sangre cayó sobre él. Abrió los ojos, Micaela detenía el cuchillo con su mano; se había cortado en el proceso de salvarlo.

Él no la miro, se avergonzaba de lo que era y de lo sucedido. Ella lo tomó con sus manos mientras la sangre manaba de su mano llegando al rostro de él y le dijo:

- En todo caso, la que tendría que hacerlo soy yo. Fue mi estupidez querer sacarme esta virginidad contigo, ya no sirve llorar sobre la leche derramada. Si mueres, no veras como reparo mi error.

- Todo esto no es correcto, tú debías darte a quien más amaras; a un hombre que consideraras especial. No a tu propio hermano- Dijo él con congoja.

- Pero nadie se fija en mí, todos creen que solo soy una nerd que no puede calentar siquiera una cuchara. Creen que soy asexuada, que no tengo deseos, pero los tengo y no podía realizarlos- Dijo ella mientras lloraba.

Leonardo la abrazó, dejando que largué toda su amargura. Ambos se cambiaron, Micaela se vendó la mano mientras él preparaba el desayuno. Después de desayunar, él se fue al colegio mientras ella se iba a la clase de gimnasia.

El camino hacia la estación fue rápido, el saber que su hermana se arriesgó tanto por protegerlo le reconfortaba. Subió al subte, nuevamente el apretujón de gente yendo hacia sus trabajos. Llegó sin novedades al colegio y pudo cursar con normalidad, el día pintaba bastante normal en su vida.

Sin embargo, al llegar a su casa... el paquete estaba ahí esperándole. Suspiró y lo tomó, abrió la puerta y entró a su hogar. Subió las escaleras hasta su habitación y lo abrió, el contenido era el mismo solo que esta vez la cantidad de fajos era mucho mayor.

Puso la cinta en la video casetera y esperó... misma imagen y voz, pero pudo apreciar algunos detalles que antes había pasado por alto. Esta vez la misión era mucho mas riesgosa, el blanco era poderoso y esta vez no contaría con ninguna ayuda.

Facundo Quiroga, ese nombre resonaba en su mente. Un dominador empedernido que controlaba la vida de una provincia completa a su antojo. Pasando por encima aún del Presidente. Un hombre violento que no conocía otra cosa más que la fuerza... sería difícil acercarse.

Tuvo que averiguar en periódicos y con amigos, así pudo enterarse de que el sujeto pasaría un tiempo en la ciudad. Se hospedaría en una quinta a las afueras de la ciudad, era perfecto, además contaba con dos días para planearlo.

Los días pasaron, los nervios crecían y el plan no aparecía. Pero el trabajo ya estaba pagado el día llegó y nada podía hacer mas que ir. Tomó el estuche y salió en el colectivo... se bajó cerca del lugar y comenzó a caminar, temblaba por dentro... tenía miedo.

Se pegó contra el muro posterior sobre el que se apoyaba la casa y ahí se quedó respirando. Se recriminaba a si mismo el haberse sumergido en esa situación riesgosa, y ¿si se volvía a su hogar?

Acarició esa idea en un principio, pero la desechó de inmediato al recordar que ya sabían su locación... su familia podía estar en riesgo. Sacó la espada del estuche y todo quedó claro.

Esa mirada volvió a emerger, la sonrisa maliciosa afloró en sus labios de una forma límpida. Escaló el muro sin complicaciones y se escondió tras un árbol, vio al blanco pasar acompañado por una veintena de hombres y dos mujeres preciosas.

Entraron en el caserón y los guardias se dispersaron por el perímetro. El más cercano a él miró un momento hacia el árbol. Se ocultó más y luego en cuanto se descuido le aplastó la garganta de una vez.

Lo trajo consigo y tomó sus ropas, luego salió disfrazado y mató a los restantes. Desde fuera se oían los gritos de placer y lujuria de Facundo y sus dos mujeres. Pasados unos minutos, el asesino penetró en la casa.

Subió a la planta alta, donde se encontraban los amantes. Las puertas estaban cerradas, no era lo mejor penetrar haciendo estruendo. Abrió lentamente la puerta y un disparo lo recibió.

- No pensé que mandarían a alguien tan joven a matarme, me subestiman- Dijo el dominador.

- Que pena, es un muchacho tan joven- Dijo una de las mujeres sentada en la cama.

- Lastima, me hubiera gustado saber si era virgen o no- Dijo la otra.

- Ay, Clarisa no seas tan degenerada- Dijo la mujer escandalizada.

- ¿Y de que quejas, Cleo?- Respondió la aludida.

- Lo siento, por su jefe pero él me subestimo a mí- Dijo una voz a sus espaldas.

Los ojos miraban a sus presas, ya devorándolas; un corte descendente y Facundo cayó al suelo hecho un reguero de sangre. Las mujeres se quedaron asombradas, no era alguien normal. Le habían visto caer ante sus ojos por el disparo ¿En que momento se movió hasta ahí?

Se levantaron lentamente, Clarisa se adelantó y lo besó en la boca. Al ser correspondida Cleo también se acercó. Los besos llevaron a caricias entre los tres, las ropas cayeron de sus cuerpos mientras las hormonas hacían su parte.

Las lenguas se encontraban, jugaban y recorrían. Los pezones y sus areolas ya grandes eran lo preferido para lamer y succionar. Las manos correspondían, se entrelazaban y acariciaban. Los dedos de él acariciaban las zonas intimas de ambas... ellas gemían y lo cubrían de besos.

Llevó a Cleo contra la pared y luego la penetró, mientras se hallaba en la faena; Clarisa sacó debajo de la cama un puñal. Atacó al hombre, mientras este se hallaba ocupado pero fue inútil. Cuando lanzó el ataque este detuvo su mano armada y la mató clavándole el puñal en el cuello.

La rubia se agarró la garganta mientras caía al suelo, pocos segundos después moría por asfixia ahogada en un charco de su propia sangre. Su compañera la lloró en silencio mientras ese desconocido la mantenía sobre su mástil subiendo y bajando.

Leonardo la besó, fundiendo su boca con la de ella... la depositó en la cama y nuevamente comenzó a acariciarla. Haciéndole sentir esas cosquillas que hace mucho no sentía con otro hombre. Ella comenzó a contonearse, arqueó su columna mientras seguía disfrutando de esas caricias que la estaban excitando más que cualquier falo.

Tenia los ojos cerrados, disfrutaba de un placer que hace mucho no experimentaba; él lentamente fue introduciéndole su miembro dentro, invadiendo su feminidad. Ella lo recibió con gusto mientras comenzaba a mover sus caderas acompasando el movimiento de él.

Las embestidas aumentaron gradualmente su fuerza, mientras ella gemía cada vez más fuerte. El éxtasis llego sobre él, el semen volcánico salió hacia el interior de esa mujer que lo recibió sin decir nada en lo absoluto. Cuando se separaron, vistiéndose en silencio ella habló:

- Eres un cazador, ¿verdad?

- Así es- Respondió él.

- ¿Porque haces esto?-. Inquirió ella.

- No lo sé, en un principio quise ponerle un poco de emoción de a mi vida rutinaria. Pero esto cada día me atemoriza más. Es tan alejado de lo que hago en mi vida común- Respondió él.

- Si, lo mismo me pasa a mi. Pero sé que con el tiempo se hace fácil- Dijo ella animándolo.

- Por cierto, soy Leo- Dijo él mientras le estrechaba la mano.

- Cleotasha, un gusto. Espero nos volvamos a ver- Dijo ella.

- Que así sea- Dijo él.

Salieron del lugar sin dejar rastros a su paso, en una estación de trenes se despidieron; tal vez por ultima vez. Tomaron caminos diferentes sin mirar hacia atrás, tal vez algún día volverían a verse de nuevo; eso no lo sabían...

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