jueves, 10 de septiembre de 2009

Mugen 8: Exilio

Dos días habían pasado desde los últimos acontecimientos, Leonardo se levantó de muy buen humor ese día. Pero eso se desvaneció al ver el estuche en el rincón, recordó lo que había ahí dentro y su poder.

Entonces una idea se le cruzó por la cabeza, ¿y si lograba domar ese arma? ¿Si la dominaba? Con esa idea, bajó a desayunar; mientras marcaba un número en el teléfono... era un amigo suyo que vivía en la costa.

- ¿Salvador? – Preguntó Leo.

- Con el hablas, chaval. ¿Quién eres?- Preguntaron del otro lado.

- Tan rápido te olvidas de los amigos, soy yo, Leonardo- Dijo el muchacho.

- Que alegría escucharte, muchacho. ¿Qué precisas de mi?- Preguntó el hombre.

- Aún tienes ese apartamento en la costa ¿no?- Le pregunto el muchacho.

- Pues claro, ¿lo precisás?- Dijo Salvador, intrigado.

- En efecto, necesito pasar unos días en soledad. ¿Podrías?- Respondió el joven.

- Claro que puedo, vente a casa a buscar la llave- Dijo su amigo.

- Gracias.

Habló con su hermana, explicándole que tenía pensado irse unos días a la costa... a ella la idea le pareció estupenda, así podría tener la casa para ella sola y su novio. No se opuso, así su plan sería excelente. Cuando consultó con su madre, ella lo permitió. Era una forma de premiarlo por su buen desempeño en el año.

Salió de su casa, hacia donde vivía su amigo Salvador. El aludido era un escritor que trabajaba en un buffet de abogados. Eran amigos desde la secundaria. Siempre se habían llevado bien y cuando precisaban algo, el otro estaba ahí para ayudarlo.

Cuando llego al lugar, entro sin tocar el timbre. Un avioncito de papel se le clavó en el pelo. Un joven de cabellos rubios y ojos color café lo miró divertido, se levantó de su escritorio y le saludo.

- Tanto tiempo, querido Leo.

- Es cierto, me alegra verte bien. Salvador- Le dijo el recién llegado.

- Aquí las tienes, cuídamelo. Mira que ahí es donde me encuentro con mi novia- Pidió él.

- Ok, te lo cuidare. Gracias amigo- Dijo Leonardo.

Se dieron un sonoro apretón de manos y con las llaves en su poder. El muchacho volvió a su casa. Hizo los bolsos rápidamente, luego se fue hasta la casa de Eloisa... Cuando golpeo a la puerta de calle, nadie contesto. Tocó el timbre y pudo escuchar que le decían:

- Ya vaaa.

Abrieron la puerta, pero esa mujer no era Eloisa. Una dama de pelo recogido rubio y ojos verdes muy penetrantes lo recibió. El muchacho se quedó pasmado y tímidamente le preguntó:

- ¿Aquí vive Eloisa?

- Aaaah, ¿Porque todos los lindos vienen a buscarla a ella?- Bufó la muchacha mientras lo dejaba pasar.

- Gracias, ¿como se llama?- Preguntó Leonardo.

- ¿Yo? Yo soy Lorena, hago la limpieza de la casa- Dijo ella mientras se le acercaba de manera peligrosa.

- Mucho gusto- Dijo él, mientras la saludaba.

- De nada muchacho, que encanto- Dijo ella mientras lo hacia pasar.

Una adormilada Eloisa lo recibió con algo parecido a un gruñido. Tenía todo el pelo desordenado y estaba sentada a la mesa con el pijama. Lo miró sin entender, pero le permitió llegar hasta ella. Entonces él hablándole al oído le pidió:

- ¿Podrías tomar los encargos para mí? O en todo caso ¿enviármelos aquí?

- Ey, ¿y por que yo?- Preguntó ella de mal humor.

- Porque solo confió en ti- Le dijo él, mientras le daba un beso.

- Esta bien, así lo haré... pero con una condición- Dijo ella.

- Ok. No quiero saberla- Dijo el, mientras salía.

La morena se quedó asombrada, tomó el papel y lo guardó en el bolsillo. Estaba asombrada de las actitudes de ese chico. Se sonrió al saber que al menos podría ir a verlo. No estaba escapando ni nada parecido. Pero le intrigaba saber.

Leonardo se dirigió a la terminal... tenía un viaje algo largo hasta su destino. Ya sentado en su butaca, acomodó la guitarra junto a él y comenzó a disfrutar de la vista. Eran solo tres horas de viaje, los demás pasajeros subían al bus que se fue llenando.

Al poco rato, el autobús salió hacia destino. Leonardo aprovecho para dormir, pero una voz le impidió dormir. Una muchacha de tez muy pálida y ojos raros le hablaba, sus labios color carmín resaltaban en su rostro oval enmarcado en una morena cabellera corta. Iba con unas ropas raras, sus ojos eran muy diferentes a las que había visto antes... no podía describirlos. La chica le sonrió y le preguntó:

- ¿Cual es tu destino?

- Orense- Respondió él, embobado.

- ¿De veras? Yo también voy a ese lugar- Dijo ella encantada.

- Que bien, ¿vives ahí?- Preguntó él.

- No, voy a pasar mis vacaciones ahí. Es un lugar muy bonito. Comentó ella.

- ¿Cual es tu nombre?- Preguntó Leonardo.

- Mihayla. Ese es ni nombre, Leonardo. Dijo ella.

Esa respuesta lo dejó sorprendido, helado ¿ella lo conocía? Era algo muy extraño, era la primera vez que la veía. La chica cerró los ojos, mientras volvía a sonreírle y le decía:

- Perdón, pero tenias cara de Leonardo. Por eso lo dije- Se justifico ella.

- Por un momento me asuste, es que es la primera vez que te veo y aún no me he presentado. En efecto, mi nombre es Leonardo- Dijo él, sorprendido.

- Oh, entonces mucho gusto Leonardo- Dijo ella estrechándole la mano.

La mano de esa chica era cálida y algo ruda, pero así y todo suave. Ella volvió a sonreír, mientras lo miraba a los ojos. El viaje transcurrió rápido, la charla entre ambos hizo que el tiempo volara en ese autobús. Cuando el micro llegó a destino, bajaron en la estación de Orense.

La chica tomó su bolso, mientras lo veía a él tomar su estuche y su equipaje. Bajaron y estando uno junto al otro miraron para todos lados. Ella conocía el hotel al que iría a parar, Leonardo ya sabía como llegar a lo de su amigo gracias a un mapa que le había confeccionado la última vez que vino.

La chica le dio un suave codazo, mientras se despedía de él. Leonardo la vio irse, no parecía la gran cosa. Aunque las ropas tan vastas que llevaba podían ocultar mucho. Se encaminó hacia su nuevo hogar, mientras tarareaba una vieja canción.

Cuando llego a la casa, la encontró tal cual la había dejado aquella vez. Las paredes blancas, el techo pintado de blanco, la pesada puerta de madera de lapacho con una cerradura moderna.

Abrió la puerta y lo sorprendió ese hombre musculoso que estaba preparándose para salir. Era un hombre corpulento, de unos 100 kilos de una musculatura impresionante y rasgos faciales algo suaves. El pelo corto y negro lo hacían parecer un mancebo de películas y sus ojos marrones completaban el cuadro.

Pero toda la imagen se destrozó en pedazos en cuanto habló, una voz aflautada y afeminada se presentó; para más asombro del muchacho.

- ¡Ah¡ !Tu debes ser Leonardo¡- Dijo el hombre.

- Si, lo soy ¿quién eres tu?- Preguntó el muchacho.

- ¿Cómo, Salvador no te ha contado? Yo soy su novio, Alejandro- Dijo el hombre, con seguridad.

Ante la afirmación, el muchacho dio un paso hacia atrás... tenía deseos imperiosos de volver a su casa. Además, habían quedado en que iba a tener la casa para él solo; no que la compartiría con alguien más.

- Ey ¿Estas bien?-Preguntó en tono preocupado el hombre. Mientras le acercaba la mano a la frente.

- Eh, si estoy bien; solo que él no me había dicho nada de que tú estarías acá.-Dijo él.

- Ah, ese Salvador. Lo llamare para avisarle que has llegado- Dijo Alejandro.

- Gracias- Dijo el muchacho.

El hombre sacó un celular, mientras marcaba el numero miraba al muchacho. Cuando por fin atendieron comenzó con grititos de histeria:

- ! Tu amigo ha llegado y me ha dicho que no le avisaste que yo estaría aquí ¡¿Por qué no me dijiste que era tan buen mozo? ¿Y ahora yo que hago? Dice que quiere hablar contigo.

- ¿Conmigo?- Preguntó el muchacho.

- Discúlpame compadre, pero lo que esta a tu lado es mi novia. Cambio de gustos, tenle paciencia; a veces se pone histérica pero con unos golpes se calma. Te pido de favor que la soportes ¿si?- Le dijo Salvador desde el teléfono.

- Pero... no es lo que habíamos acordado- Respondió Leonardo.

- Lo se, pero no pude evitarlo- Dijo Salvador desde el auricular.

- Bien bien, esta bien- Dijo Leo, resignándose.

Cuando colgó, el hombre lo miraba esperando una respuesta. El muchacho lo miró y sin rodeos le dijo:

- El no te aviso nada, porque no había pensado que tu vendrías aquí. Pero me encargo que te cuide. ¿Estas de acuerdo?

- Siiiiiiii, me encanta tener compañía- Dijo el sujeto, mientras lo abrazaba fuertemente.

- Suéltame... me estas... ahogando- Dijo el muchacho.

El grandote lo soltó, el joven le miro por unos instantes y subió a uno de los cuartos. Allí dejó sus cosas. Mientras sacaba su ropa, pensaba en todo lo sucedido y en su objetivo.

Suspiro y luego salio de la habitación. No tardo en encontrarse de nuevo con Alejandro; lo vio en la cocina intentando cocinar. El hombre era un desastre, el muchacho se reía por dentro, pero se alarmó al oírlo gritar. Se había quemado con aceite la mano.

Era obvio que pronto tendría que comenzar con su reto, pero primero había que almorzar. Se acercó al verlo brincar como un desesperado por el dolor. Lo tomó de la muñeca y le metió la mano bajo el agua de la canilla. Le sonrió, mientras le daba un coscorrón y le decía:

- No tienes la menor idea sobre la cocina, esto déjamelo a mí.

- Pero...¿sabes cocinar?- Preguntó Alejandro, incrédulo.

- Por supuesto, he tenido que hacer las cosas de la casa desde que mi madre trabaja- Explico él.

- No lo sabia, entonces eres bueno en la cocina- Dijo él, mientras se le acercaba.

- Tengo practica, nada mas- Se ufano Leonardo.

- Entonces, ¿qué cocinaras?- Quiso saber él.

- Un pastel de papas- Dijo el muchacho muy resuelto.

Alejandro se quedó mirándolo, mientras Leonardo comenzaba a sacar los ingredientes y empezaba a pelar y cortar las papas. Le sorprendía mucho que ese joven supiera cocinar tan bien. Lo más asombroso llegó cuando probó la comida, estaba realmente exquisita y era de su gusto.

Al terminar de comer, lo vio levantarse de la mesa al cocinero y no pudo resistir la tentación de besarlo. Pero Leonardo lo detuvo en seco:

- Lo siento, pero a mi solo me gustan las mujeres.

- Ah, pensé que...

- No se que opinión te hayas hecho, pero no soy como Salvador; a pesar de ser su amigo- Le dijo el joven.

- Pero... ¿no has probado?- Dijo él, esperanzado.

- Por ahora no tengo intenciones de probar. Además, tengo otras cosas por hacer- Dijo excusándose.

El muchacho se levantó, mientras el hombretón quedaba en su asiento. Tenía esperanzas de tener un poco de cariño, pero por el momento no había esperanzas. Leonardo volvió a su habitación, del estuche de la guitarra sacó la espada y acomodo la guitarra nueva que había comprado en reemplazo de la anterior.

Salio con la espada envainada, mientras se cambiaba para salir a la playa sentía que alguien lo observaba. Alejandro lo miraba, mientras sin ningún pudor se manoseaba ahí abajo. El muchacho miro y cerró la puerta.

Puso el arma en una funda y metiendo también una toalla salió a la playa. Sabia que mas lejos había formaciones rocosas, ahí seria el lugar ideal para domar ese arma. Se despidió del hombre, diciéndole que luego volvería.

En la playa, el día acompañaba y el calor sofocante también. Ya había gente bañándose, en especial muchas chicas que ya comenzaban a broncearse. Se le iban los ojos con tanta belleza y tanta carne. Se hizo un lugar y luego se metió al agua.

El aire límpido, el agua fria y ese sol maravilloso hacía un verano formidable. Luego de un largo rato disfrutando del mar salió del agua. Muchas chicas suspiraban por esos hombres musculosos que se paseaban por la playa.

Leonardo no le daba importancia, mientras se secaba miraba hacia donde se veían las rocas. Comenzó a caminar hacia ese lugar, era necesario para él. El camino era ligero, pero comenzó a hacerse difícil a medida que se acercaba tuvo que esforzarse mas.

Se encontró con un lugar escondido, era una playa rodeada por las rocas. Una vez allí, sacó el arma de la funda y la depositó en el suelo; sentándose frente a la espada envainada.

Cerró sus ojos, podía percibir esas voces; algunas suplicantes otras llenas de cólera le pedían que las tomara otra vez. Pero una voz mas profunda acalló a las demás, solo una voz se oyó a partir de ese momento. Pertenecía a un hombre, seguramente; así le habló:

- Hace siglos se me conoció como Zankuro Minatsuki, era el propietario original del arma que hoy tú tienes frente a ti. Luché contra demonios y apariciones hasta mi muerte, es por esa razón que este arma esta maldita. Puedes tomar esta espada, cuenta con mi sabiduría en su manejo... lo he estado haciendo cada vez que haz tomado esta hoja en tus manos.

Las manos del joven tomaron el arma, su mano derecha tomó la vaina, mientras la izquierda aferró la empuñadura. Desenvainó suavemente, relajó su muñeca; dejando el filo mirando hacia abajo.

Su mano derecha se aferró a la terminación del arma y el comienzo de la tsuba. Mientras ejecutaba un corte descendente. Luego avanzaba lanzando una estocada, a pesar de tener los ojos cerrados su equilibrio era excelente.

Se estiró hacia atrás, mientras ejecutaba un corte a una sola mano. Luego arrodillándose, atacó ejecutando un golpe central. Luego dando una vuelta, lanzó un corte... un grito se oyó y una risa también.

Leonardo abrió los ojos, una chica aterrada sostenía un pequeño pedazo de sandia. La hoja se hallaba muy cerca de su brazo. Mas abajo, el resto de la fruta se desparramaba por su fragilidad. Las risas provenían de Mihayla que había estado observando todo ese tiempo.

La asustada chica salió corriendo a escape, mientras la pálida jovencita se acercaba a Leonardo. Ella lo miró divertida, mientras le decía:

- Es muy peligroso que practiques con algo así y encima con los ojos cerrados, tienes que ser más cuidadoso; no olvides que es un arma. A propósito, ¿quién te enseño ese estilo?

- ¿Eh? No se de que me hablas- Respondió él.

- Vamos, no puedes aprender a manejar una espada como esa sin haber tenido alguien que te enseñe- Le dijo ella, mientras se le acercaba.

- Zankuro Minatsuki, creo que así se llama el fundador- Respondió Leonardo.

Al oír ese nombre, la chica se detuvo un instante... su mirada se volvió inusualmente fría. Sus ojos adquirieron una tonalidad muy blanca, esto sorprendió al muchacho ya que nunca había visto algo semejante. Mihayla se le acercó y con voz firme le dijo:

- Dame ese arma.

- Tómala, pero será algo muy raro para ti- Dijo él, mientras le extendía el mango de la espada.

Las manos de ella tomaron la katana, una corriente eléctrica corrió a través de todo su ser. Un sudor frío la embargó hasta la medula, era la espada maldita de Mugen y ella la estaba sosteniendo en sus manos. Pudo oír una voz que le hablaba:

- Veo que tienes la sangre de mi pueblo ¿Has venido a sellarme o a liberarme? Tengo deseos de ser libre, quiero reencontrarme con mi querida esposa allá en el cielo. Pero ahora te lo ruego, dame un poco mas de tiempo.

- Creo que estará bien, pero solo tendrás siete lunas más. Luego vendré a liberarte a ti y al muchacho- Respondió ella por telepatía.

- Lo agradezco- Respondió la voz.

La joven tomó la hoja con ambas manos y luego se la extendió a Leonardo, ella sonrió y luego le dijo:

- Podrás dominar el estilo, pero tendrás solo siete lunas para lograrlo; luego vendré por ti. Hasta entonces.

- ¿Vendrás por mí? ¿no podré verte antes?- Preguntó él, ilusionado.

- Puede ser, pero sin esa espada- Respondió ella, mientras se iba por el camino de arena.

Él se quedó sin comprender mucho, pero luego volvió a abocarse al manejo del arma. Tenía la impresión de que cada vez que entraba en contacto con la espada, iba mejorando.

Pasó todo el día en ese lugar, su cuerpo estaba fatigado. Las manos se le hacían pesadas por eso envainó y comenzó a caminar de vuelta a la casa. Llegó arrastrando los pies, estaba muerto del cansancio. Al abrir la puerta, sintió una voz que se dirigía a él. Al mirar hacia atrás pudo ver a Alejandro que venía con un montón de bolsas.

Entraron los dos, pero Leonardo no lo ayudó. Solo camino hacia el baño y cerró la puerta para bañarse con tranquilidad. Se quitó la ropa, estaba rendido pero el recuerdo de esa chica lo excitaba.

Esa sonrisa, los labios tan rojos y esa piel tan pálida lo ponían cachondo. Mientras se enjabonaba descendió hasta sus genitales. Su mano tomó ese pene gordo y venoso mientras rememoraba a esa chica.

Los movimientos comenzaron siendo delicados en un principio. Su mano comenzó a moverse hacia delante y atrás. Soñaba con que fueran las manos de ella, con ese tacto tan suave y cálido. Soñaba tenerla en su lecho, aunque fuera una sola vez... su mano se movía rápido al tiempo que sus latidos se aceleraban y su pene se ponía cada vez más y más duro.

Deseaba tener esa boca tan delicada rodeando su glande. Para terminar de correrse ahí... los chorros de semen salieron de ese mango duro. Leonardo jadeaba, estaba satisfecho luego de la ducha caliente se secó y tomando la toalla y sus cosas salió hacia su habitación.

Alejandro le silbó ante el espectáculo, esto lo hizo caminar aún más rápido y meterse en su cuarto. Dejó la katana dentro del estuche y se cambio rápido, quería comer algo y acostarse.

Su acompañante lo miró divertido, mientras lo veía comer ese sanguche improvisado de milanesa. Se unió a él en la cena, cuando le alcanzo el jugo. Se sonrió... sin que el muchacho lo supiera había puesto un buen somnífero así podría aprovecharse del joven.

Al terminar de cenar, el joven se levantó y mirando a Alejandro le dijo:

- Me voy a dormir, estoy reventado de tanto andar en la playa. Vos también tendrías que salir.

- Tal vez lo haga, debe estar muy lindo afuera- Dijo con una sonrisa el mancebo.

- Nos vemos entonces- Dijo el muchacho, mientras desaparecía por el corredor.

Alejandro esperó por una hora a que el somnífero surtiera efecto. Luego entró en la habitación de Leonardo. Pero un balde con agua muy fría cayó sobre él. Era una pequeña sorpresa que había dejado el chico para que no molestaran.

Pero eso no lo detuvo, se acercó hasta la cama... Leonardo roncaba como un trueno, al correr la sabana notó que solo llevaba un short. Ese cuerpo lo excitaba, pero todo aumento cuando se encontró con lo que cargaba ese muchacho.

Ese pene era aún mejor que el que la madre natura le había otorgado a él. Gordo, no muy largo y venoso. Estaba fláccido, ya que el joven dormía; acercó su boca y comenzó a darle de su halito caliente, para luego con sus manos elevarlo. El falo respondió a los estímulos irguiéndose orgulloso.

Alejandro babeaba, con pequeños besos fue recorriendo el tronco desde la base y cuando llego a la punta del glande... lo engulló. Podía sentir como seguía creciendo ese pene dentro de su boca, siguió con los cabeceos.

Algo de líquido pre seminal salía del glande, lo lamió con fruición deseando esa leche que albergaba en su interior. Ese miembro estaba a punto de largarlo todo, pero Alejandro quería mas. Por eso se detuvo y subiéndose a la cama se posicionó para insertarse ese pene en su culo.

Se lo enterró sin miramientos, de una manera salvaje. Movía sus caderas en círculos, sintiendo esa tranca perforar su ser una y otra vez. Su propio pene estaba tan duro que ya casi se corría de la excitación que sentía. De pronto una voz que no era la del muchacho le habló:

- Veo que te gusta jugar con mis partes nobles. Déjame que te trate como mereces.

Pudo sentir una fuerza descomunal que lo tiraba hacia abajo. Quedó boca abajo, con sus pompas al aire. Unas manos se atenazaron a sus caderas y su ano fue perforado con violencia. Las embestidas eran cada vez más fuertes y la intensidad era enorme, las manos de Alejandro se aferraron a las sabanas con fuerza mientras las embestidas lo llevaban cada vez más cerca del respaldar.

Sentía los bufidos y la respiración de ese extraño que lo estaba poseyendo, sus piernas apenas aguantaban a esa maquina copuladora. Pudo volver a oír esa voz que le decía:

- Vamos, solo te doy como te gusta, bruja.

- Ah...ah...es... muy...fuerte- Respondió él entre jadeos.

- Entonces aguanta como puedas, no me jodas cabrón- Decía la voz.

Alejandro comenzó a llorar, pero eso no hacia que las embestidas cesaran. La mano ruda lo tomó del pelo, lastimándolo. Finalmente ese hombre largó toda su carga de semen dentro del culo de ese tipo que quedó ahí tirado, jadeando.

Sintió ese cuerpo tirarse sobre él, el falo de ese sujeto ya estaba blando. Sintió que lo abrazaba con cariño y entonces en un susurro oyó una voz familiar:

- ¿Te asustaste, Ale? Que susto te llevaste, igual lo disfrutaste mucho.

- ¿Sa...Salvador?- Dijo incrédulo el hombre.

- Ahap, cambié lugares con Leonardo. El esta durmiendo en la otra habitación- Le respondió Salvador.

- Entonces sigamos un rato más- Dijo un sudoroso Alejandro.

El día comenzó sin esos dos, Leonardo se levantó temprano y con un desayuno rápido salió hacia la playa. Estaba decidido, pero esta vez iba sin la espada... quería encontrarse con esa chica tan rara. Deseaba ver a Mihayla a toda costa, su anhelo se volvería realidad en breve...

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