lunes, 7 de septiembre de 2009

Capitulo 7: Sadismo e igualdad

Ya habían pasado varios días, el trabajo de investigación ya lo había entregado y aprobado. Así que las vacaciones comenzaban para él. Pero esa felicidad acabó al mirar la fecha en el almanaque...10 de noviembre. De nuevo volvía a ser ese que nunca quiso ser.

Pero aún el día era joven, se levantó de la cama y comenzó a cambiarse para salir a correr. Mientras acomodaba las tiras del calzado, pensaba en lo que pasaría. Eso lo atemorizaba. No quería pensar en ello y por eso salió a hurtadillas de la casa.

En el parque corría con la capucha puesta... tenía ganas de abandonarlo todo, dejar todo atrás. Ese era su cable a tierra, la forma de evadirse de las preocupaciones. Volvió a la casa a ducharse, en la intimidad del baño recordaba a Celsia...

Esos pechos voluptuosos, sedosos y tan blandos que se hacían una delicia tocar. Sus labios abundantes y calientes que devoraron su boca con un frenesí inimaginable. Esas manos cuidadas lo recorrieron casi por completo... Celsia...

Cuando salió del baño, bajó ya cambiado al comedor y dejó una nota: Me voy a lo de unos amigos, vuelvo mañana. Tomó el estuche y comenzó a caminar... nuevamente los demonios saldrían de paseo. Ahora era el portador de algo maldito, el estuche parecía pesarle más que nunca.

Iba contra su naturaleza, contra lo socialmente aceptado. Pero, en eso era el mejor con su espada. La mirada comenzó a cambiar, nuevamente esos ojos de tonalidad oscura aparecieron y la sonrisa comenzó a aflorar... ahora podía caminar hacia el punto de encuentro...

Las horas pasaron rápido, el cielo ya estaba comenzando a oscurecerse. En el estadio de fútbol un muchacho de sonrisa maliciosa esperaba por su cita. Una figura apareció caminando hacia el lugar. Cuando la reconoció... volvió a ser ese muchacho llamado Leonardo. La mujer lo miraba con algo de incredulidad, luego le habló:

- ¿Eres tú, Leonardo?

- ¿Eloisa?- Preguntó él.

- Si, la misma que viste y calza; niño- Respondió ella con orgullo.

- Tiempo sin verte- Dijo él.

- Es cierto, pensé que no volvería a verte. Esto es genial- Dijo ella con ánimo.

- Bien, ahora ¿Hacia donde vamos?- Inquirió él.

- A mi auto, tenemos que hacer- Dijo ella.

Los dos subieron al vehículo, que desapreció como un bólido en las calles de la ciudad nocturna. Aparcaron en un estacionamiento, pero no bajaron del auto... desde ese lugar alto podrían ultimar al sujeto.

Ella miró al muchacho con detenimiento, estaba muy tranquilo con respecto a la última vez que lo vio. Actuaba muy natural, ya se estaba acostumbrando a ese tipo de vida. Le acercó una barra de cereales que él aceptó. Luego de un pequeño silencio Eloisa le habló:

- Te noto más afianzado, Leonardo.

- Si, creo que poco a poco me voy acostumbrando. Aunque hay cosas que no me gustan mucho- Respondió él.

- Si, a veces debemos ser muy crueles- Dijo ella, con algo de pesar.

- Si, me pasa que casi no puedo reconocerme a mi mismo- Confió él.

- Nos pasa a todos, a mi también me pasaba al comienzo. Reconoció ella.

Salieron del auto. Ella abrió con unas ganzúas la puerta del cuarto de limpieza y ambos penetraron en el. Se sentaron uno frente al otro con sus armas a mano. Ella lo miro a los ojos con una gran intensidad.

Las miradas no se apartaban un segundo, ella no cejaba en su empeño... quiso entrar dentro de esos ojos, pero lo que vio la espantó. Bajó la mirada, vencida y sonriendo le habló:

- Veo que has cambiado más de lo que pensaba.

- ¿Tu lo crees?- Preguntó él sorprendido ante la afirmación.

- Si, tu mirada es algo más oscura que la vez que nos conocimos. Es natural, luego de ver las cosas que nosotros vemos en primera persona- Dijo ella, con calma.

- Es cierto, a veces se me hace difícil conciliar el sueño- Le comentó él.

- Sientes como esas personas vuelven a ti, reclamándote; atormentándote. Pero así es nuestro trabajo- Dijo ella.

- Si ¿Ahora que haremos?- Preguntó él.

- Esperar, a las cinco de la madrugada nuestro blanco vendrá a realizar una transacción por armas para un atentado. Esa es nuestra oportunidad- Dijo ella.

- Bien, en ese momento atacaremos- Afirmó él.

Las horas pasaban lentamente, los sonidos seguían apagados pero poco a poco iban haciéndose mayores. Eloisa miró por una hendija de la puerta hacia fuera. Aún no llegaba el blanco. Era preocupante, un ruido le alertó... habían sido traicionados, apenas pudieron reaccionar a tirarse al suelo. Una ráfaga de sub ametralladora penetró como nada las paredes del cuarto. Reptaron hacia la puerta, oyeron un paso... alguien estaba ahí. Él miró a su acompañante, entonces su cara cambio. Nuevamente esa mirada oscura junto a esa sonrisa maligna floreció.

- Mugen Ryu Shishin Ken. Fue el murmullo que salió de atrás de la puerta.

La madera estalló con la estocada a la que le siguió un corte combinado con giro. El sujeto cayó de bruces; mientras sus sesos volaban hacia el lado contrario. Los otros dos hombres dispararon. Mientras ese sujeto evadía los disparos con una velocidad pocas veces vista.

En un momento dado desapareció del campo visual... uno de los sujetos cayó con la espina atravesada por la espada. El que quedaba le apuntó tembloroso, pero un disparo lo silenció. Eloisa le sonreía, mientras sacaba su celular... en unos minutos ya tenía nuevos datos. Se acercó al muchacho y le dijo:

- Alguien filtró datos, cambio de planes... tendremos que ir hasta el hotel.

- Como digas, preciosa- Respondió él.

Subieron al auto, saliendo del estacionamiento. Ella no hablaba, pero su ceño fruncido lo decía todo. Llegaron hasta un hotel muy lujoso cerca de las afueras de la ciudad, pasaron de largo... habían al menos diez hombres custodiando el lugar.

Los arbustos altos que formaban el cerco para el hotel estaban con alambre tejido desde el interior. Así que no sería posible entrar más que por adelante... al menos eso pensaba Eloisa. Se detuvieron un poco mas lejos, Leonardo le habló:

- Bien, entremos por detrás. Puedo hacer una abertura y luego iremos por ese desgraciado.

- ¿Puedes hacerlo?- Preguntó ella incrédula.

- Soy el mejor con mi arma- Respondió él con confianza.

Se acercaron con sigilo hasta la parte trasera, ella le iba poniendo el silenciador a su arma. Un guardia apareció, un pequeño sonido y el guardia cayó al suelo desarticulado; la bala en el pecho lo dejó fuera de este mundo.

Él se agachó por unos momentos y desenvainando realizó un corte en semicírculo. El pasto cayó, mientras la malla se rompía. Pasaron y se apiñaron contra el edificio, iban pegados a la pared; buscando evitar a los demás custodios. Una puerta lateral les dio el escape justo. Entraron a la lavandería, redujeron a las dos empleadas y atándolas en un lugar apartado les proporcionaron un alucinógeno dejándolas sedadas.

Tomaron las ropas para disfrazarse, salieron con las prendas limpias. Entraron con sendos canastos de ropa en los que llevaban ocultas sus armas, pero mientras tardaban... otras cosas ocurrían en el último piso.

Un hombre rubio de cabellos cortos y corta barba se encontraba engrillado a la pared. Mientras una mujer muy joven ciñendo solo su ropa interior y empuñando un látigo le decía:

- ¿Que pasa imbecil? ¿No te gusta lo que te hago?

- Sigue querida Fraulen. No te detengas- Pidió el hombre.

- Como digas, padre- Dijo ella mientras esbozaba una sonrisa

Los latigazos comenzaron a dar contra el pecho del hombre, abriendo heridas que no tardaron en multiplicarse. El tipo gritaba y gemía de excitación, y ella se contoneaba enloquecida... su entrepierna estaba empapada de su propio flujo. Cuando cesó con los latigazos. Pudo ver como ese hombre ensangrentado le pedía mas... ella se sonrío y le dijo:

- Te regalare mas dolor, padre.

- Siiiiiiii...mas, mas por favor- Pidió el alemán.

Ella saco un par de cuchillas muy pequeñas, se acercó al extranjero y mientras lamía la sangre que brotaba de sus múltiples heridas le informó:

- Esto va a dolerte un poco, es algo nuevo.

- Adelante, querida fraulen- Le dijo el sujeto.

La chica tomó la mano de él y luego le ensartó uno de los pequeños cuchillos debajo de la uña. El grito conmovió el edificio hasta sus cimientos, era algo muy doloroso. Sin embargo él quería más. Un nuevo dedo, la hoja se entero entre sus carnes y la uña... otro dedo mas, otra hojilla... así, uno a uno los dedos del magnate Krauser Von Rudolph eran lastimados de forma sadistica.

El sudor y la sangre del sujeto se mezclaban con el perfume de la hija y dominatriz. La chica se sentó ante su padre y comenzó a masturbarse... no tardo mucho en correrse por la excitación que tenía al lastimar y destrozar a su propio progenitor. Sacó un control de su traje y tomándolo en sus manos, luego le dijo a su padre:

- Puedes elegir, ¿quieres más dolor o deseas tomarte mi suciedad?

- Quiero lamer tus jugos, suéltame por favor- Dijo el hombre.

El dedo de ella presionó el control que liberó los grillos. Krauser cayó al suelo cuan largo era. Con el golpe, el sujeto comenzó a arrastrarse, mientras con su lengua lamía del suelo alfombrado los fluidos vaginales que derramó su hija. La rubia se paro, mientras observaba el espectáculo. Cuando el quiso lamer sus pies, ella lo pateó y comenzó a restregar su taco sobre el cráneo del hombre. Con voz autoritaria le dijo:

- No te lo he ordenado, bestia.

- Perdón, perdón fraulen- Gimió él.

La escena fue interrumpida ante dos gritos ahogados y el que la puerta cayera partida en dos limpios pedazos. Los dos se quedaron sin entender mucho. Un hombre de cabellos oscuros y una sonrisa tan maléfica y fría que los hizo temblar como chiquillos los miró con esa oscuridad que tenía por mirada mientras avanzaba hacia ellos.

Desenvainó esa espada, el acero se presentó con sutileza ante esos ojos temerosos. Un grito de horror que se ahogo fue todo lo que alcanzó a salir de la habitación. La sangre de ambos comenzó a derrengarse sobre el piso de la habitación. Leonardo escupió al piso, asqueado. Luego salió de la habitación, le sonrió a su compañera mientras de un golpe sacudía la sangre de su arma y envainaba.

Eloisa le sonrió, mientras veía los cadáveres sin vida de esos dos. Se fueron, mientras volvían a disfrazarse. Dejaron cerrada la habitación, no tardaron mucho en llegar al auto y desaparecer en la carretera. Su compañero estaba de mejor humor, ya no se percibía esa maldad; aunque si había algo de tristeza en su ser.

Ella detuvo el auto en la ruta, dio una vuelta en U y volvió a la ciudad. Pero no se detuvo, lo llevó hasta un lugar céntrico. Allí detuvo el auto y lo invitó a pasar. El no sabía que decir, pero aceptó.

Se bajo del auto y la siguió, mientras ella abría la puerta y lo invitaba a pasar. Lo primero que vio fueron unas escaleras. Subió junto a ella mientras la mujer lo miraba a los ojos con fijeza. Cuando llegaron arriba, Eloisa pasándole el brazo entre los hombros le dijo:

- Bienvenido a mi hogar.

Tras la puerta, pudo ver una casa decorada con muy buen gusto. Unos cuadros muy bonitos colgaban de la pared. Las paredes pintadas con colores vivos daban una impresión acogedora. Entraron a la casa de ella, mientras él la veía dejar su saco sobre el perchero y las llaves las dejaba en un lugar para colgarlas al lado de la puerta.
Ella se disculpó un momento y le dijo:

- Enseguida vengo, prepárate lo que quieras.

- Bueno, gracias- Dijo él con algo de vergüenza.

La chica desapareció en una habitación, mientras él se dirigía a la cocina a ver que había en la heladera. Tomó una jarra con agua y buscó un vaso, cuando se estaba sirviendo un poco de ese liquido vital oyó la voz de Eloisa a sus espaldas.

- Toma la que quieras, pero puedes sentarte también.

- Gracias, muchas gracias Eloisa- Dijo él con algo de vergüenza.

- Vamos Leonardo, estas en confianza. Aquí ya no somos compañeros de trabajo- Le dijo ella en tono jovial.

- Si, es que me cuesta esto de comportarme de otra forma- Dijo él mirando al piso.

- Lo sé, a mi también me costó mucho. Pero con el tiempo se vuelve algo natural, tanto que todos creen que eres de la misma forma siempre- Dice ella mientras lo mira con fijeza.

- Pero... ¿eso no es una mentira?- Pregunta él.

- Si, claro que lo es; pero entonces ¿cómo crees que te tratarían sabiendo que eres un asesino?- Le responde ella.

- Entiendo, lo comprendo Eloisa- Responde él en actitud reflexiva.

- Me parece lo más correcto ocultar quien soy para el resto- Dijo ella, en un tono melancólico.

- Es lo mejor, creo que de saberlo nos repudiarían- Dijo él.

- En efecto, pero cuéntame... ¿Cómo es tu vida?- Preguntó ella.

Leonardo suspiró, mientras terminaba de tomarse al vaso de agua la miro largamente y luego; dejándolo sobre la mesa le dijo:

- Lo mío es algo monótono, pero ya que quieres saber te lo diré: Soy un estudiante del instituto Mazza; me queda un año para recibirme de contador. Tengo padres separados, por lo que vivo con mi madre que es una empresaria que trabaja la mayor parte del día. Además, tengo una hermana menor a la que cuidar; por eso hago las cosas de la casa todos los días. Esa era mi vida, antes de entrar en todo esto.

- ¿De veras eres la ama de casa?- Preguntó ella sin creérselo.

- Si- Respondió él.

- Mierda, de veras que tu vida es un bodrio; sin ofender colega- Dijo ella, mientras lo miraba como un bicho raro.

- ¿Y, como es tu vida?- Preguntó él.

- ¿Mi vida? Es mucho mas aburrida que la tuya... Trabajo como una tediosa secretaria en una oficina de la intendencia. Muchos papeles y poca acción, vuelvo a mi casa muy tarde; encima vivo sola- Dijo ella con pesar.

- Al menos puedes vivir sola, yo no tengo trabajo aún- Dijo él con pesar.

- ¿Quieres venirte a vivir aquí?- Preguntó ella.

- No lo creo, en mi casa pondrían el grito en el cielo si supieran que me vengo aquí- Dijo él con seguridad.

- Oh, es una pena; me haría bien tener compañía cuando estoy sola- Dijo ella, mientras le tocaba la pierna.

- Puedo venir a verte, si eso quieres- Dijo Leonardo mientras la miraba algo preocupado.

- Me encantaría, al menos tendría compañía en mis ratos libres- Dijo Eloisa mientras le daba un besito.

- Él se levantó de la silla, ella lo emulo y luego le tomó del brazo. Él no quiso mirarla y Eloisa lo obligó. Quedaron frente a frente, ella entonces le dio un papel con la dirección de su casa. Lo acompaño hasta la puerta y lo despidió con la mano.

Un muchacho cabizbajo se fue caminando con su estuche de guitarra, ella lo miró partir; mientras sonreía de lado. Miles de cosas nublaban su mente, estaba desconcertado pero no sabía por que se sentía feliz... había encontrado a su igual.

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