sábado, 23 de mayo de 2009

Capitulo3: Revelación

Un arma revela en un muchacho su verdadera faz. Le muestra su peor faz, pero esta es tan horrenda que el mismo decide no verla. Las revelaciones no son todas placenteras...

Un nuevo día lo sorprendió tirado en el suelo de su habitación, las lágrimas se le habían secado en la cara y su pijama estaba hecho un desastre. Se levantó y caminó directamente hacía el baño y ahí se lavó los dientes y la cara. Su mente comenzó a recordar lo sucedido la noche anterior y ahí se detuvo.

Quiso llorar pero no pudo hacerlo, analizando la situación no había perdido nada y solo fue victima de una chiquilla peligrosa. Se cambió y bajó a comer para irse al instituto, cuando miró la hora se atragantó: eran las siete y media de la mañana.

Salió corriendo de la casa, cerró la puerta con llave y corrió hasta el segundo piso desde ahí se tiró sobre las lonas de la frutería que había abajo y comenzó a correr hacia la estación de subtes. Llegó justo a tiempo para subir al vehículo, comenzó a tranquilizarse ya que en unos minutos estaría cerca del instituto.

Cuando se abrió la puerta eléctrica del subte bajó y comenzó a subir las escaleras hacia fuera, vio el edificio y empezó a correr. Entró al establecimiento y pudo cursar tranquilamente. Al salir de clases, sus amigos aprovechaban para gastarlo; miró el reloj y les dijo:

- Bueno gente me tengo que ir a cocinar.

- Aaaaah pollerudoooo- Le gritaban los otros.

- Que se quejan, yo le tengo que cocinar a una chica linda al menos. A Uds. Les cocina las gorda de su mami, nenitas- Les respondió él.

- Eeeeeh hijo de.... vamos a caerte un día de estos y nos vas a tener que cocinar a todos, mamerto- Dijeron ellos.

- Estaría bueno. Dijo él.

Se tomó el mismo subte de vuelta, no paso nada raro y entró a su casa como cualquier otro día. Nuevamente comenzó a preparar el almuerzo, su hermana estaba por llegar de la clase de gimnasia.

La puerta de la casa se abrió y llegó su hermana toda sudada junto con sus dos amigas, él hizo de cuenta que nada había pasado y las saludó desde la cocina. Mientras le decía a su hermana que se bañara que tenia que ir a la escuela a las 14:30 hrs.

Rápido terminó con la cocina, su hermana se hallaba dándose una ducha y el living estaba desierto. Cuando se puso a plancharle el uniforme sintió que un par de ojos lo observaban, supo al instante quién era.

La piba lo miraba, no sabía si acercarse o alejarse, estaba indecisa. Él siguió planchando, terminó con las prendas de Micaela y acomodándolas en una percha se dió vuelta y comenzó a caminar hacia Lucrecia. La chica no quería mirarlo, sabía de su error y por eso se sorprendió cuándo él le dijo:

- ¿Puedes llevarle esto a Micaela?

- Claro, ya se lo llevo- Respondió ella.

- Gracias- Dijo él.

La chica se fue a alcanzarle las cosas a su amiga, él suspiro aliviado mientras comía y miraba un poco de televisión. La madre de ambos hermanos es una ejecutiva que trabaja todo el día fuera de casa y por eso ve muy poco a sus chicos. Por esa razón, como el mayor se ha tenido que hacer cargo de la casa.

La chica bajó y comió apurada porque ya se le hacía tarde, sus amigas la secundaron y él luego de lavar los platos comenzó a estudiar para sus finales. Cuando volvió a su habitación, cerró la puerta y tomó el estuche.

Lo abrió y volvió a mirar el video para copiar el lugar de encuentro y el nombre clave, estaba decidido a ponerle un poco de emoción a su monótona vida.... la elección estaba hecha, pero aún estaba a tiempo de cambiarla.

La noche llegó y su hermana estaba de vuelta con sus inseparables amigas. Leonardo tomó su estuche y llamando a su hermana le dijo:

- Tengo cosas que hacer, vendré tarde. Cierra todo en la casa, cualquier cosa me avisas al celular. ¿Ok?

- Bien, no te hagas problema hermano- Le dijo la chica.

El joven salió de la casa, la hora acordada se acercaba. Tomó el subte y bajó en una estación poco conocida, comenzó a caminar hacia el lugar de encuentro... unos minutos mas tarde encontró el mencionado bar.

Se trataba de un tugurio de los peores, pero a esa hora se hallaba desierto. Estaba ahí parado sin saber que hacer cuando alguien mas entró al lugar. Era una mujer de pelo negro y de unos ojos muy raros casi grises, su falda negra al igual que su saco le daba una apariencia muy formal. Se quitó los lentes redondos y sonrió mientras los guardaba. Luego dirigiéndose al muchacho le preguntó:

- ¿Buscas al Arcángel?

- ¿Cómo lo sabe?- Preguntó él.

- Porque yo soy el Arcángel, vamos sígueme. Dijo ella.

Siguió a la mujer afuera, sus caderas firmes le hipnotizaban con su movimiento. Ella se dio cuenta y sin girar a verlo le dijo:

- Eres un idiota, pero me gustan los de tu tipo.

Él no supo que decirle y subiéndose al auto de ella se dejó llevar, fueron a un hotel muy lujoso de la cuidad y subieron a la habitación que ella había reservado. Ya en la intimidad de la suite cenaron, mientras ella aprovechaba para presentarse:

- Mi nombre es Eloisa, como tú, también me dedico a cazar blancos.

- Yo me llamo Leonardo, es un placer conocerte- Dijo él con algo de pena.

- Vamos muchacho, me dijeron que eras todo un profesional pero ahora mismo me sabes a novato- Comentó ella, mientras terminaba con su gnocci.

- Es que... soy un novato, siento si te traigo problemas- Dijo él.

- JAJAJAJAJA, para nada no eres problema muchacho; es más... tu eres un bonito problema- Dijo ella mientras le clavaba sus ojos.

- C... creo que es mejor que... me vaya a dormir- Dijo él ya nervioso.

- Vamos, ¿me dirás que ya estas nervioso? Si aún no he hecho nada- Dijo ella en tono sospechoso.

- No, no es eso, solo me sentí incomodo por un momento- Dijo él con pesar.

- Habrá un problema... esta suite solo tiene una cama fíjate por ti mismo- Dijo ella.

Él se asomó a la habitación y en efecto una cama enorme se encontraba ahí, las mullidas almohadas decoradas con el logo del hotel descansaban sobre el respaldo de la misma... Cuando giró a ver, la cara de Eloisa estaba muy cerca de la suya; ella sin vergüenza le robó un beso y lo guió hacia la cama...

Leonardo se sentó en la cama ya en ropa interior y ella parada frente a él iba sacándose una a una las prendas de su vestuario. Él la observaba desde el pie de la cama y ella luego se arrodillo ante el joven y comenzó a succionarle ese pene.

Las manos de ella acariciaban sus huevos mientras con su boca creaba un cierre perfecto para esa polla que ardía dentro de sus labios. Una vez que la dejó dura, Eloisa se tendió en la cama y le pidió que se lo hiciera.

El joven se acostó sobre ella e introdujo su miembro dentro de su cueva de placer. La mujer profirió un gritito mientras se aferraba a la boca de él. Sus lenguas jugaban mientras Leonardo aumentaba la fuerza del bombeo. Ella gritaba y gemía como una posesa, pidiéndole más y mas.

Clavaba sus uñas en la espalda de él y le daba chupones en el cuello, mientras sentía esa tranca dura subir y bajar dentro de ella. Sus pechos quedaron entre las manos de él que no tardo mucho en correrse dentro de Eloisa, llenándola de semen. Ella lo abrazó, impidiéndole salirse de encima; cerró los ojos y lo besó largamente...

El nuevo día los sorprendió a ambos en la cama, Leonardo se levantó primero y fue a ducharse. Eloisa se quedó un poco más y cuando él salió del baño le dijo muy resuelta:

- Vamos, tenemos que acabar con una basura.

- ¿Que arma usas?- Preguntó él.

- Este es mi bebe. Dijo ella- Mientras le mostraba una pistola semi automática Glock de nueve milímetros.

- ¿Y tú que traes? Preguntó la mujer.

- Estem... esto- Dijo él mientras extraía de la funda de su guitarra la espada envainada.

- Wow, chico que arma te has traído. Me dan lastima estos tipos- Dijo ella con sorna.

Ambos bajaron a la cafetería, él llevaba la espada oculta en el saco. Pidieron un café y mientras lo degustaban con unas medialunas él le preguntó:

- ¿Qué haremos si no aparece?

- No tenemos que preocuparnos por eso, mira detrás de mí- Dijo ella.

En efecto, un hombre de tez morena y labios finos con un candado muy tusado se registraba en el hotel. El traje blanco y la camisa floreada no daban lugar a errores, se trataba de Alonzo Salas. Una reducida comitiva de señora y guardias lo seguía, en cuanto subieron al ascensor; ellos terminaron con el café.

Ambos subieron hasta el penthouse en el que se hospedaba el latino, mientras caminaban por el pasillo algo pasaba dentro del muchacho. Sentía que el cuerpo le latía... su mirada cambió de repente, tornándose mas oscura y una sonrisa cruzó su rostro. Miró a su compañera y tomándola de la mano le dijo:

- Déjame a mí, no quiero que te ensucies en esto.

- Bien, como quieras, yo te cubro- Dijo ella asombrada.

- Gracias- Dijo mientras le sonreía.

Acto seguido golpeó la puerta, se escuchó a un hombre preguntar de mala manera:

- ¿Quién es?

- Servicio de habitación, traemos la champaña para los nuevos huéspedes- Mintió el hombre.

El hombretón se dió vuelta y miró a su jefe mientras le preguntaba:

- ¿Los dejo pasar?

- No, despídelos de aquí. Dijo Salas.

Cuando la mole de ébano se acercó a la puerta solo percibió las siguientes palabras:

Mugen ryu battou ken.

La puerta cayó partida en dos de abajo hacía arriba, la cabeza del guardia también fue partida con el mismo corte. Los hombres se sorprendieron ante la brutalidad desarrollada, de entre las maderas y los chorros de sangre vieron como ya aparecía sobre ellos ese muchacho de cabellos oscuros y sonrisa maliciosa.

Pero no vieron como la hoja se movió destajándolos, solo vieron sus propios brazos, orejas y dedos volar desprendidos de sus cuerpos. Gritaron los que pudieron hacerlo antes de caer degollados.

Los charcos de sangre lograron tocar al joven que ya salía de la habitación, sacudió la espada cerca de la cara del guardia limpiando así la hoja del arma. Cuando envainó su temperamento se calmó. Eloisa estaba sorprendida por el cambio tan repentino del joven y solo dijo:

- Eso fue realmente rápido, es increíble el cambio que se produce cuando estas con tu arma.

- Si, el problema es que yo casi no me percato de ello. Dijo él mientras sonreía.


Pagaron la cuenta del hotel y ya en el auto Eloisa lo llevó hasta el punto de encuentro, Leonardo se bajó del auto y ella dándole un beso prometió:

- Si nos volvemos a encontrar otra vez, te enseñare algo bueno.

- Gracias por la noche, Eloisa. Dijo él.

El muchacho comenzó a caminar con el estuche cruzado sobre su espalda, miró el reloj y aceleró el paso; eran las diez de la mañana. Un estudiante universitario había comenzado a adentrarse en el mundo del crimen...

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