viernes, 15 de mayo de 2009

Capitulo2: Violación

Las pasiones son las espadas que esgrimen las personas, algunos usan y otros las despiertan. Pueden matar, pero no mueren... siempre siguen entre nosotros.

El muchacho volvió a tomar su estuche. Por alguna razón lo sintió inusualmente liviano pero no le importó. Tomó un subte y mientras iba viajando rememoraba lo ocurrido en su cita. Lo avergonzaba tanto que prefirió no recordarlo más. Suspiró mientras veía pasar las estaciones.
Cuando llegó a la última parada, bajó y mientras subía las escaleras comenzó a buscar en su bolsillo la llave de su casa. Penetró en el conjunto de viviendas y subiendo las escaleras llegó a la casa cuarenta.

Entró y se fue directo a su habitación. Era tal su desanimo que ni siquiera se percató de que su hermana estaba con unas amigas. No le importaba, ya en su cuarto tiró el estuche y este no sonó de la forma en que siempre lo hacía.
Eso lo inquietó, se acercó de nuevo y lo abrió. En ese momento halló que no era su guitarra, sino una espada envainada, un VHS y los dos fajos de billetes mas grandes que había visto en su corta vida.

Movido por la curiosidad tomó la espada en sus manos, notó que era liviana. Con sus dos manos hizo fuerza y dejó desnuda una pequeña porción de la hoja... el brillo ante sus ojos parecía hechizarlo de forma irreversible.

Volvió a envainar el arma y su rostro recobró la quietud normal. Tomó el video y lo puso en la vídeo casetera de su dormitorio, en la pantalla nada aparecía... minutos después un despacho emergió claramente en la pantalla y un hombre detrás de un sillón le habló:

- Bien hecho, tu próximo blanco será este hombre: Alonso Salas, traficante de armas en
Ecuador; ahora devenido en narco. Un contacto te estará esperando en la cafetería El Maestro a las 21:00 hrs. Del día de mañana, su nombre clave es Arcángel. Nos veremos nuevamente.

El muchacho quedó sorprendido, mientras miraba la imagen del hombre que aparecía en la pantalla. Ese sería el blanco a alcanzar... ¿Pero iría? Era como un mal sueño, guardó nuevamente las cosas en el estuche y bajó a cenar.

Se encontró con su hermana menor y dos de sus amigas que charlaban profiriendo grititos de histeria. Eran chicas que estaban empezando a ser mujeres. Vestían con prendas ajustadas. Buscando ser como esas hembras que mostraba la televisión y demás medios de comunicación.
No les prestó mucha atención, pero no pudo evitar mirar el noticiero. Ahí hablaban de un reciente asesinato en un hotel. No le dio mucha importancia porque el hambre lo consumía.

No había nada preparado, Micaela estaba muy ocupada con sus amigas como para cocinar. El joven se resignó a cocinar y sacando el delantal del cajón se lo ciñó a la cintura. La cocina era algo así como su cruz.
Una de las chicas comenzó a oír los golpes del cuchillo golpeando contra la tabla de picar. La sartén con aceite esperaba para recibir las cebollas picadas y luego la salsa con especias. En la olla con agua, aceite y sal los fideos se cocinaban lentamente...

Él no lo notó por lo atareado que estaba, pero Lucrecia lo observaba desde la esquina de la mesada. La chica se acercó en silencio, mientras las otras dos observaban desde el sofá. El muchacho sintió una mano posarse sobre su hombro. Cuando giró la cabeza para mirar quién era; entonces ocurrió.
Los labios de él chocaron y fueron devorados por los de Lucrecia. Ella lo tomó por unos momentos de la cara. Esto lo sorprendió mucho y busco separarse. Pero la chica le mordió los labios mientras sonreía.

Él no supo que decir, solo se puso colorado y siguió con su labor. Mil cosas corrían por su mente. Además, su corazón se había desbocado un poco con ese beso. Por un momento casi se le cayó la sartén. Las chicas rieron un poco; era obvio que ese beso lo conmovió.
Se sintió aún mas apenado por la situación pero con todo pudo terminar de cocinar. Las chicas ayudaron poniendo los platos. Los fideos con salsa estaban presentados en una fuente y los cubiertos para servir se hallaban a un lado.

- Vamos Leonardo, siéntate a la mesa con nosotras- Dijo su hermana.

- Bien, ahora ¿les sirvo o se sirven solas?- Preguntó él.

- Nos serviremos solas, precioso- Le dijo Lucrecia mientras le guiñaba un ojo.

Las vio servirse, mientras él ponía queso sobre el platillo para degustarlo. Era obvio que habían crecido más de lo que había pensado esas chiquillas. Se dio cuenta de su pensamiento lascivo y trató abandonarlo de una buena vez.

Comió tranquilamente, el plato estaba delicioso. La sensación de un pie rozando suavemente sus muslos lo sobresalto, quiso saber quien era la responsable y ahí sus ojos se encontraron con unas pupilas color caramelo que lo miraban con fijeza.

Los labios carmesí eran humedecidos por la lengua de la chica que le sonreía sin que las otras se percataran. Terminó de devorar la comida en el plato y presuroso se levantó de la mesa y le pidió a su hermana que lavara los platos.

- ¿Qué ocurre hermano?- Preguntó Micaela.

- Nada, solo me siento algo cansado- Respondió el chico.

- Bueno, nosotras vamos a salir en un rato más- Comentó ella.

- Esta bien, pero mañana tienes que ir a la escuela. Mamá seguro llega tarde hoy, pero
estate antes- Pidió él.

- Si, hermano- Respondió ella con algo de arrogancia.

Corrió hasta la escalera y la subió al trote, se metió en su cuarto; tomó su pijama y se introdujo en el baño. Tardó unos minutos y oyó la puerta de la entrada que se cerraba, suspiró al saberse solo y saliendo se fue a su habitación.

Al abrir la puerta encontró su cuarto ya a oscuras. A tientas se metió en su cama y ya mas tranquilo pudo sentir algo raro... alguien estaba ahí. Algo cayó sobre él, abrazándolo; por el olor supo que se trataba de una chica.

- ¿Q...quién? ¿Qué pasa?- Preguntó el chico asustado.

- Sssssh, tranquilo que no te pasara nada malo, precioso.

Esa voz lo sorprendió aún mas, ¿qué hacía ella ahí? Si... como ya habrás podido percatarte se trataba de Lucrecia. La chica riendo un momento le habló:

- Le dije a tu hermana que estaba descompuesta y que por eso esperaría a que volviera,
tenemos un rato a solas.

- ¿¿QUE??- Chilló él, incrédulo.

- Vamos, ¿vas a decirme que nunca has tenido relaciones con una chica?- Preguntó ella.

- Para ser sincero no, nunca me he acostado con una mujer- Contestó él, intentando disuadirla.

- Bien, entonces yo seré quien te desvirgue- Dijo ella.

Él se quiso zafar de la chica pero no pudo. Ella lo aferró aún más hasta que cedió y así levantándose la falda se quitó las bragas. Luego se acerco al chico que buscó a tientas la puerta, ella lo tiró al piso.
Leonardo buscó sacársela de encima pero todo forcejeo cesó cuando sintió la punta de una sevillana en su frente, una gota de sangre brotó de la minúscula herida. La chica le habló en un tono muy serio y firme:

- He esperado tres años por esta oportunidad y no la dejaré pasar por tu tozudez. Te
conviene cooperar porque si no eres mío no serás de nadie.

Los ojos de él estaban grandes del terror. El sudor y la adrenalina recorrían su cuerpo ante esa situación. Ella le quitó el pantalón y el slip dejando libre ese gordo miembro. La chica se agachó y tomándole del pene comenzó a pajearlo hasta dejarlo realmente duro. Luego, mientras se posicionaba encima de él le dijo.

- Ahora, voy a darte mi culo quiero sentir tu lindo pene dentro mío.

Lentamente ese falo gordo y amoratado fue abriéndose paso dentro del ano de la chica que intentaba aguantar el dolor inicial aferrándose fuertemente a los hombros de Leonardo. El pene estaba apretado dentro de ese culito redondo, prieto y virgen. Un suspiro se oyó y ella comenzó a cabalgar al joven que jadeaba de placer.

No podía sacársela de encima, la fría punta de la hoja la sentía ahora sobre su cuello. No iba a arriesgarse tanto. Ella seguía con ese movimiento cadente que la hacia gozar tanto y que casi le hizo perder la cabeza. Esa estaca palpitante no se reblandecía ante el calor volcánico de su cueva; ella aumentó el ritmo.

No podía mas, el muchacho terminó por arriesgarse y buscando los hombros de ella intentó sacársela de encima. Un pequeño corte sobre su deltoides lo disuadió, un poco de sangre manó de la herida.

Ella siguió con los descensos mientras le lamía la sangre del hombro manteniéndolo prisionero. Lo abrazó con fuerza mientras aumentaba más la velocidad. Estaba a punto de llegar al clímax... la sevillana estaba contra el hueco de su tercer costilla.

Los líquidos de su vagina comenzaron a salir en forma descontrolada mientras sentía como ese esperma brotaba como si de una explosión se tratara. Ese viscoso, caliente y espeso semen la llenó; satisfaciéndola.

Lucrecia tenía toda la ropa traspirada y él estaba bañado en sudor, ella se levantó con trabajo de encima de las caderas de él. Su agujero dilatado le dolía un poco pero estaba feliz de haber tomado a ese hombre que tanto le gustaba.

Tomó sus bragas y volvió a ponérselas, él no se levantaba del suelo todavía. Estaba confundido por todo lo ocurrido. La chica se le acercó y agachándose sobre él le susurró al oído mientras le daba un beso:

Fue realmente grandioso, Leonardo... te quiero, bombón.

Él no respondió, unas lágrimas comenzaron a bajar de sus ojos mientras veía como esa chica se iba de su habitación. La sensación de desprotección que lo embargaba lo hacía llorar, sentía que había perdido algo; le habían sacado una parte de si mismo. Finalmente se durmió...

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